64. Nuevo Salmo de la Creación
(Fragmentos)
Permite que te alabemos, oh Dios,
en todos los mundos que creaste.
Permite que te alabemos
en las alturas de los ángeles.
Permite que te alabemos
en las profundidades
del fuego crepitante de los astros.
Permite que te alabemos, oh Dios nuestro,
al pie del ángel que cierra el infierno.
Permite que te alabemos, oh Dios,
con las aves que gorjean,
multicolores y ruidosas,
que alegran la vista y el oído.
Permite que te alabemos, oh Dios,
por los nidos de los árboles,
donde las pequeñas aves levantan
sus cuellos desplumados
a la madre que les trae comida.
Permite que te alabemos, oh Dios,
con las aves poderosas,
que vuelan sobre las
aguas del mar, y levantan
el vuelo hasta los
glaciares de nieves eternas.
Permite que te alabemos, oh Dios,
por los animales de la tierra,
grandes y pequeños, llenos de ternura
o llenos de fuerza indomable.
No los saques de este mundo.
Déjalos vivir.
Y deja que vengan nuevas generaciones,
que, a su vez, te alaben.
Permite que te alabemos,
oh Dios Uno y Trino,
por los animales de la tierra.
Ellos son de pies ágiles,
y de bello aspecto.
No los dejes perecer
por causa de los animales
grandes y poderosos, que lo pisotean todo.
Pero también el animal grande
tiene un corazón,
y unos hijos pequeños que defender.
Permite que te alabemos
en toda la redondez de la tierra,
por todo lo que vuela y corre,
nada y se eleva desde las profundidades.
Todo es tu propiedad:
en todas partes está tu dedo,
que derrama belleza
en las plumas multicolores,
pone fuerza en las alas
y en sus fuertes garras.
En todas partes está tu Amor,
inescrutable e insondable.
En todas partes nacen animales pequeños,
inermes y ciegos,
que buscan leche junto a la madre.
Bendito seas, Dios Uno y Trino,
por las admirables rocas
de las montañas y de los glaciares.
Bendito seas por las cascadas
y ríos caudalosos,
por las aguas quietas,
profundas y silenciosas.
Con mucho cariño seas alabado
por las pequeñas fuentes
que dan agua para que vivan los peces.
Alabado seas, mi Dios,
por las tempestades
sobre la tierra y el mar,
por las tempestades de
arena sobre los desiertos.
Alabado seas, oh Dios glorioso,
por el esplendor de millares
de flores perfumadas, de lindas formas;
jamás cesa esta floración
y nunca será aniquilada.
Y aunque Tú envíes una devastación
sobre un país, no durará mucho;
e irrumpe una nueva primavera;
y una nueva magnificencia
reina sobre toda la tierra.
Permite que te alabemos, oh Dios,
por tus ángeles.
Son poderosos y de aspecto admirable.
Son servidores de tu voluntad,
luchadores por tu Palabra,
y humildemente se someten a tus órdenes.
Prodigioso y eterno es tu santo deseo,
de elevar, más y más, al hombre.
Y aunque él caiga,
si se arrodilla ante Ti
como un hijo pródigo,
te inclinas sobre él
con paciencia y bondad,
diciendo: Ven, hijo,
vuelve a la inocencia original,
y yo te acogeré como un padre a su hijo.
Tu paciencia con los hombres
es inmensamente grande,
oh Dios Eterno y Admirable.
Sin embargo, el hombre no la ve;
e invade los campos, pisotea las flores,
caza las aves y destruye sus nidos.
Un hombre lucha contra otro,
y lo somete a la esclavitud
y lo mete en prisión,
y lo condena a muerte.
Nadie tiene tanta paciencia como Tú,
oh mi Dios, y nunca cesará en la tierra
la alabanza inmortal, por Ti.
Permite que te adoremos
por una eternidad sin fin.
Haz que sobre la tierra
haya loor y alabanza.
Hasta donde alcanza nuestra vista,
todo es tuyo, todo es tu propiedad,
tu mano se posa sobre todas las criaturas.
Seas glorificado y alabado,
oh Dios, Tres Veces Santo,
en cada corazón que creaste para tu gloria.
Tú quieres estar eternamente con nosotros,
oh Dios, Tres Veces Santo,
Tú, Tres Veces Santo, Admirable,
Tú, nuestra Bienaventuranza,
oh Tres Veces Santo,
Tres Veces Admirable,
Tres Veces Divino, Inefable Dios.
Amén.
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