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Encuentro con Dios a través de la Liturgia

Galatas, Gal, NT

CARTA A LOS GÁLATAS

Es una de las más directas, personales y apasionadas de Pablo. Inspirado por una una época de confusión y profetas falsos,  toma la determinación de tratar temas centrales de la fe, dejando claro que es Cristo el que da la libertad verdadera. 

Los siguientes capítulos de este libro, son los que vamos a utilizar en los talleres de oración, para meditar sobre Dios como Padre amoroso. En la lectio divina los usaremos como texto referentes al Evangelio, según el año litúrgico. También los usaremos de base para temas de análisis o estudio en las reuniones de grupo y material para las catequesis. Preparemonos para escudriñar el mundo de las Escrituras Sagradas. 

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Gálatas Capítulo 1

Saludo Inicial.

1 Pablo, apóstol, no por designación de los hombres ni por mediación humana alguna, sino por Jesucristo y Dios Padre, que le resucitó de entre los muertos, 

2 y todos los hermanos que conmigo están, a las iglesias de Galacia. 

3 Gracia a vosotros y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo, 

4 que se entregó a sí mismo por nuestros pecados, para librarnos de este mundo perverso, según la voluntad de nuestro Dios y Padre. 

5 A Él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.


El único Evangelio de Cristo.

6 Me maravillo de que tan pronto hayáis abandonado al que os llamó por la gracia de Cristo, para pasaros a otro evangelio 

7 —no es que haya otro, sino que algunos os están turbando y quieren deformar el Evangelio de Cristo—. 

8 Pero aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea maldito! 

9 Os vuelvo a repetir lo que ya tengo dicho: Si alguno os anuncia un evangelio distinto del que habéis recibido, ¡sea maldito! 


APOLOGIA PERSONAL: LA AUTORIDAD APOSTOLICA DE PABLO

La elección de Pablo.

10 ¿Qué creéis que ando buscando ahora: el favor de los hombres o el de Dios? ¿Pensáis que intento agradar a los hombres? Si todavía tratara de agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo.

11 Porque quiero que sepáis, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí no es de orden humano, 

12 pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo. 

13 Seguramente habéis oído hablar de mi conducta anterior en el judaísmo, cuán encarnizadamente perseguía a la iglesia de Dios para destruirla, 

14 y cómo superaba en el judaísmo a muchos compatriotas de mi generación, aventajándoles en el celo por las tradiciones de mis antepasados.

15 Mas, cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien

16 revelar en mí a su Hijo, para que lo anunciase entre los gentiles, al punto, sin pedir consejo a hombre alguno, 

17 ni subir a Jerusalén donde los apóstoles anteriores a mí, me fui a Arabia, de donde volví a Damasco. 


Pablo en Jerusalén.

18 Al cabo de tres años, subí a Jerusalén para conocer a Cefas; y permanecí quince días en su compañía. 

19 Y no vi a ningún otro apóstol, sino a Santiago, el hermano del Señor. 

20 Y Dios es testigo de que esto que os escribo no es mentira. 

21 Más tarde me fui a las regiones de Siria y Cilicia. 

22 Las iglesias de Cristo en Judea no me conocían personalmente; 

23 solamente habían oído decir: «El que antes nos perseguía ahora anuncia la buena nueva de la fe que entonces quería destruir». 

24 Y alababan a Dios por mi causa.


Gálatas Capítulo 2

La asamblea de Jerusalén.

1 Luego, al cabo de catorce años, subí nuevamente a Jerusalén con Bernabé, llevando conmigo también a Tito. 

2 Subí movido por una revelación. Allí les expuse a los notables en privado el Evangelio que proclamo entre los gentiles, para ver si corría o había corrido en vano. 

3 Pues bien, ni siquiera Tito que estaba conmigo, con ser griego, fue obligado a circuncidarse. 

4 Y eso que hubo intrusos: falsos hermanos que se infiltraron solapadamente para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús, con el fin de reducirnos a esclavitud. 

5 Sin embargo, ni por un instante cedimos a sus requerimientos, sometiéndonos, pues queríamos salvaguardar para vosotros la verdad del Evangelio... 


La decisión de los Apóstoles. 

6 Los que eran tenidos por notables —¡No importa lo que fuesen, pues Dios no mira la condición de los hombres! Bien, en todo caso los notables— nada nuevo me impusieron. 

7 Antes bien, al comprobar que me había sido confiada la evangelización de los incircuncisos, al igual que a Pedro la de los circuncisos 

8 —pues el que actuó en Pedro para hacer de él un apóstol de los circuncisos, actuó también en mí para hacerme apóstol de los gentiles—, 

9 y reconociendo la gracia que me había sido concedida, Santiago, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos tendieron la mano en señal de comunión a mí y a Bernabé, para que nosotros fuéramos a los gentiles y ellos a los circuncisos. 

10 Sólo nos pidieron que nos acordáramos de los pobres, cosa que he procurado cumplir.


El incidente de Antioquía.

11 Pero, cuando vino Cefas a Antioquía, me enfrenté a él, porque su actitud era censurable.

12 Resulta que antes que llegaran algunos de parte de Santiago, comía en compañía de los gentiles; pero una vez que aquéllos llegaron, empezó a evitarlos y a apartarse de ellos por miedo a los circuncisos. 

13 Y los demás judíos disimularon como él, hasta el punto de que el mismo Bernabé se vio arrastrado a la simulación.

14 Pero en cuanto vi que no procedían rectamente, conforme a la verdad del Evangelio, dije a Cefas en presencia de todos: «Si tú, siendo judío, vives como gentil y no como judío, ¿cómo fuerzas a los gentiles a que vivan como judíos?


El Evangelio de Pablo.

15 «Nosotros somos judíos de nacimiento y no gentiles pecadores. A pesar de todo, 

16 conscientes de que el hombre no se justifica por las obras de la ley, sino por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús. Tratamos así de conseguir la justificación por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley, pues por las obras de la ley nadie será justificado. 

17 Ahora bien, si buscando nuestra justificación en Cristo, resulta que también nosotros somos pecadores, ¿está Cristo al servicio del pecado? ¡De ningún modo! 

18 Pues si vuelvo a edificar lo que una vez destruí, a mí mismo me declaro transgresor. 

19 En efecto, yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios. Ahora estoy crucificado con Cristo; 

20 yo ya no vivo, pero Cristo vive en mí. Todavía vivo en la carne, pero mi vida está afianzada en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí. 

21 No quiero anular la gracia de Dios, pues, si por la ley se obtuviera la justicia, Cristo habría muerto en vano.»


Gálatas Capítulo 3

LA JUSTIFICACION POR LA FE

Llamado de atención a los gálatas.

1 ¡Gálatas insensatos! ¿Quién os ha fascinado, después que ante vuestros ojos ha sido presentado Jesucristo crucificado? 

2 Quiero que me respondáis a una sola cosa: ¿habéis recibido el Espíritu por las obras de la ley o por creer en la predicación? 

3 ¿Tan insensatos sois? ¡Resulta que comenzasteis por el Espíritu y termináis ahora en la carne! 

4 ¿Habéis pasado en vano por tales experiencias? ¡Pues bien en vano sería! 

5 El que os otorga el Espíritu y obra milagros entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley o por creer en la predicación?


Los verdaderos hijos de Abraham.

6 Así, Abrahán creyó en Dios y le fue reputado como justicia. 

7 Entonces, tened bien presente que los hijos de Abrahán son los que creen.

8 La Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles por la fe, anunció con antelación a Abrahán esta buena nueva: En ti serán bendecidas todas las naciones. 

9 Así pues, los que creen son bendecidos con Abrahán el creyente.


La Ley, fuente de maldición. 

10 Porque todos los que viven de las obras de la ley incurren en maldición. Dice así la

Escritura: Maldito quien no practique fielmente todos los preceptos escritos en el libro de la Ley. —

11 Y que la ley no justifica a nadie ante Dios es cosa evidente, pues dice la Escritura: El justo vivirá por la fe. 

12 Además, la ley no puede proceder de la fe, pues dice: Quien practique sus preceptos, vivirá por ellos.— 

13 Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros, pues dice la Escritura: Maldito el que cuelga de un madero. 

14 Y esto fue así para que la bendición de Abrahán llegara a los gentiles, a través de Cristo Jesús, y para que, por la fe, recibiéramos el Espíritu de la promesa.


La Ley y la promesa.

15 Hermanos, voy a explicarme en términos humanos. Ya sabéis que, entre los hombres, nadie anula ni añade nada a un testamento hecho en regla. 

16 Pues bien, las promesas fueron hechas a Abrahán y a su descendencia. La Escritura no dice ‘y a los descendientes’, como si fueran muchos, sino a uno solo, a tu descendencia, es decir, a Cristo. 

17 Y yo pienso que un testamento hecho por Dios en toda regla no puede ser anulado por la ley, que llega cuatrocientos treinta años más tarde. En ese caso la promesa quedaría anulada. 

18 Pues si la herencia dependiera de la ley, ya no procedería de la promesa; y, sin embargo, Dios otorgó a Abrahán su favor en forma de promesa.


El papel de la Ley.

19 Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida para poner de manifiesto las transgresiones, hasta que llegase la descendencia depositaria de la promesa, promulgada por los ángeles y con la intervención de un mediador. 

20 Ahora bien, cuando actúa uno solo, no hay mediador; y Dios es uno solo. 

21 Según esto, ¿se opone la ley a las promesas de Dios?

¡De ningún modo! Si se nos hubiera otorgado una ley capaz de dar vida, en ese caso la justicia vendría realmente de la ley. 

22 Pero la Escritura encerró todo bajo el pecado, a fin de que la promesa fuera otorgada a los creyentes mediante la fe en Jesucristo.


El tiempo de la fe.

23 Antes de que llegara la fe, estábamos encerrados bajo la vigilancia de la ley, en espera de la fe que debía manifestarse. 

24 De manera que la ley fue nuestro pedagogo hasta la llegada de Cristo; a partir de aquí somos justificados por la fe. 

25 Mas, una vez llegada la fe, ya no estamos a merced el pedagogo, 

26 pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. 

27 Los que os habéis bautizado en Cristo os habéis revestido de Cristo, 

28 de modo que ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. 

29 Y si sois de Cristo, ya sois descendencia de Abrahán, herederos según la promesa.


Gálatas Capítulo 4

La filiación divina.

1 Pienso yo que el heredero, mientras es menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo, a pesar de ser dueño de todo. 

2 Suele estar a cargo de tutores y administradores hasta el tiempo fijado por el padre. 

3 De igual manera, también nosotros, mientras éramos menores de edad, vivíamos esclavizados a los elementos del mundo. 

4 Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo el régimen de la ley, 

5 para rescatar a los que se hallaban sometidos a ella y para que recibiéramos la condición de hijos. 

6 Y, dado que sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Abbá, Padre! 

7 De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y, si eres hijo, también heredero por voluntad de Dios.


El peligro de recaer en la esclavitud de la Ley.

8 En otro tiempo, cuando no conocíais a Dios, servíais a los que en realidad no son dioses. 

9 Mas, ahora que habéis conocido a Dios, o mejor, que él os ha conocido, ¿cómo volvéis a someteros a esos elementos sin fuerza ni valor, a los cuales queréis servir de nuevo? 

10 Celebráis la llegada de ciertos días, meses, estaciones y años... 

11 Me da miedo pensar que mis desvelos por vosotros puedan haber sido inútiles.


Reconvención afectuosa.

12 Haceos como yo, puesto que yo me hice como vosotros. Recuerdo que no me hicisteis ningún agravio. 

13 Ya sabéis que una enfermedad me proporcionó la ocasión de evangelizaros por primera vez. 

14 Pues bien, a pesar del trastorno que suponía para vosotros mi condición física, no me mostrasteis desprecio ni repulsa; más bien me recibisteis como a un mensajero de Dios: como a Cristo Jesús. 

15 ¿Dónde están ahora los parabienes que os dabais? Pues soy testigo de que os hubierais arrancado los ojos, de haber sido posible, para dármelos. 

16 ¿Pensáis que me he vuelto enemigo vuestro por deciros la verdad? 

17 Ese interés que algunos tienen por vosotros no es sano; quieren sin duda alejaros de mí para que os intereséis por ellos. 

18 Bien está ser objeto de interés para el bien, pero siempre, y no sólo cuando yo estoy entre vosotros.

19 ¡Hijitos míos!, por vosotros sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros.

20 Quisiera hallarme ahora en medio de vosotros, para poder acomodar el tono de mi voz, pues no sé cómo habérmelas con vosotros.


Las dos alianzas.

21 Vosotros, los que queréis estar sometidos a la ley, decidme una cosa: ¿No habéis oído lo que dice la ley? 

22 Está escrito que Abrahán tuvo dos hijos: uno de la esclava y otro de la libre. 

23 Pues bien, el de la esclava nació según la naturaleza; el de la libre, en cambio, en virtud de la promesa. 

24 Y aquí se percibe un sentido alegórico. Estas mujeres representan dos alianzas: la primera, la del monte Sinaí, está simbolizada por Agar, madre de los esclavos 

25 (pues el monte Sinaí está en Arabia), y corresponde a la Jerusalén actual, que es esclava, lo mismo que sus hijos. 

26 Pero la Jerusalén de arriba, que es libre, es nuestra madre, 

27 pues dice la Escritura: Regocíjate estéril, la que no dabas hijos. Rompe en gritos de júbilo, la que no conocías los dolores de parto, que más son los hijos de la abandonada que los de la casada. 

28 Y vosotros, hermanos, a la manera de Isaac, sois hijos de la promesa. 

29 Pero, así como entonces el nacido según la naturaleza perseguía al nacido según el Espíritu, así ocurre también ahora. 

30 ¿Y qué dice la Escritura? Despide a la esclava y a su hijo, que no heredará el hijo de la esclava junto con el hijo de la libre. 

31 Así que, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre.


Gálatas Capítulo 5

LA LIBERTAD CRISTIANA

Exhortación a mantenerse en la libertad de la fe. Gal 5, 

1 Para ser libres nos ha liberado Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud. 

2 Soy yo, Pablo, quien os lo dice: Si os circuncidáis, Cristo no os aprovechará nada. 

3 Os declaro de nuevo que todo hombre que se circuncida queda obligado a practicar toda la ley. 

4 Todos cuantos buscáis la justicia en la ley habéis roto con Cristo; habéis caído en desgracia. 

5 Nosotros, en cambio, esperamos la justicia anhelada por medio del Espíritu y de la fe. 

6 Porque si pertenecemos a Cristo Jesús, ni la circuncisión ni la incircuncisión tienen eficacia, sino la fe, que actúa por la caridad.


El escándalo de la cruz. Gal 5, 

7 Con lo bien que corríais, ¿quién os puso obstáculos para que no siguierais a la verdad? 

8 Semejante persuasión no proviene, desde luego, de Aquel que os llama. 

9 Es verdad que un poco de levadura hace fermentar toda la masa, 

10 pero el Señor me inspira la confianza en que no cambiaréis de actitud. De todos modos, el que os perturba, quienquiera que sea, cargará con su sentencia. 

11 En cuanto a mí, hermanos, si aún predicase la circuncisión, no tendría por qué ser perseguido. ¡En tal caso, la cruz ya no supondría ningún escándalo para quienes me persiguen! 

12 ¡Ojalá que se mutilaran los que os perturban!


La libertad y el amor. Gal 5, 

13 Vosotros, hermanos, habéis sido llamados a la libertad. Pero no toméis de esa libertad pretexto para la carne; antes al contrario, servíos unos a otros por amor. 

14 Pues toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 

15 ¡Entonces cuidado!, pues si andáis mordiéndoos y devorándoos unos a otros, vais a acabar destruyéndoos mutuamente.


El Espíritu y la carne. Gal 5, 

16 Os digo, pues, que procedáis según el Espíritu, sin dar vía libre a las meras apetencias humanas, es decir, a la carne. 

17 Pues la carne tiene apetencias contrarias al espíritu, y el espíritu contrarias a la carne; y son tan opuestos entre sí, que no hacéis lo que queréis. 

18 Pero, si sois guiados por el Espíritu, ya no estáis bajo la ley. 

19 Ahora bien, las obras de la carne son bien conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, 

20 idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, ambición, divisiones, disensiones, 

21 rivalidades, borracheras, comilonas y cosas semejantes. Sobre todo esto os prevengo; ya os advertí que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios. 

22 En cambio, los frutos del Espíritu son amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, 

23 modestia, dominio de sí. No hay ley que condene tales cosas. 

24 Además, los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias.

25  Si vivimos por el Espíritu, sigamos también al Espíritu. 

26 No seamos vanidosos, provocándonos los unos a los otros y envidiándonos mutuamente.


Gálatas Capítulo 6

Las exigencias del Amor. Gal 6, 

1 Hermanos, si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre. ¡Pero cuidado, que también tú puedes ser tentado! 

2 Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas, y cumplid así la ley de Cristo. 

3 Porque si alguno se imagina ser algo, no siendo nada, se engaña a sí mismo. 

4 Así que cada cual examine su propia conducta y busque sólo en él posibles motivos para sentirse satisfecho, y no en otros, 

5 pues cada uno lleva su propia carga.

6 Que el catecúmeno comparta sus bienes con el catequista.

7 No os engañéis, pues de Dios nadie se burla. Cada cual cosechará lo que siembre: 

8 el que siembre para su carne, de la carne cosechará corrupción; el que siembre para el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna. 

9 No nos cansemos de obrar el bien, que a su debido tiempo podremos cosechar, si no desfallecemos. 

10 Por tanto, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe.


La verdadera gloria del cristiano.

11 ¡Mirad con qué letras tan grandes os escribo esto de mi propio puño!: 

12 los que os fuerzan a circuncidaros sólo pretenden ser bien vistos por los demás, con el único fin de evitar la persecución por la cruz de Cristo. 

13 Pues ni siquiera esos mismos que se circuncidan cumplen la ley; sólo desean veros circuncidados para presumir de que lo habéis hecho gracias a ellos. 

14 En cuanto a mí, ¡Dios me libre de presumir si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo! 

15 Porque lo que cuenta no es la circuncisión ni la incircuncisión, sino ser una nueva creatura. 

16 Y para todos los que se sometan a esta regla, paz y misericordia, lo mismo que para el Israel de Dios.


Despedida. 

17 Que nadie me cause molestias de ahora en adelante, pues llevo sobre mi cuerpo las señales de Jesús. 

18 Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén.


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