LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APOSTOLES
Considerado como continuación del evangelio de Lucas, narra el viaje de Jesús a Jerusalén.
Los siguientes capítulos de este libro, son los que vamos a utilizar en los talleres de oración, para meditar sobre Dios como Padre amoroso. En la Lectio Divina los consultaremos como texto referentes al Evangelio, según el año litúrgico. También será base de análisis o estudio en las reuniones de grupo y material para las catequesis. Preparemonos para escudriñar el mundo de las Escrituras Sagradas.
Hechos Capítulo 16
Pablo y Timoteo.
1 Llegó también a Derbe y Listra. Había allí un discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego.
2 Los hermanos de Listra e Iconio hablaban muy bien de él.
3 Pablo quiso llevárselo consigo, pero antes le circuncidó para evitar altercados con los judíos que había por aquellos lugares, pues todos sabían que su padre era griego.
4 Conforme iban pasando por las ciudades, informaban a los creyentes de las decisiones
tomadas por los apóstoles y presbíteros en Jerusalén, con el propósito de que las cumpliesen.
5 Las iglesias se afianzaban en la fe y crecían en número de día en día.
La travesía de Asia Menor.
6 Atravesaron Frigia y la región de Galacia, pues el Espíritu Santo les había impedido predicar la palabra en Asia. 7 Estando ya cerca de Misia, intentaron dirigirse a Bitinia, pero no se lo consintió el Espíritu de Jesús. 8 Atravesaron, pues, Misia y bajaron a Tróade.
9 Cierta noche tuvo Pablo una visión: Un macedonio estaba de pie suplicándole: «Pasa a Macedonia y ayúdanos.»
10 En cuanto tuvo la visión, intentamos de inmediato pasar a Macedonia, persuadidos de que Dios nos había llamado para evangelizar a sus gentes.
La fundación de la Iglesia de Filipos.
11 Así, pues, nos embarcamos en Tróade y navegamos derechos a Samotracia; al día siguiente fuimos a Neápolis,
12 y de allí, a Filipos, principal colonia de la demarcación de Macedonia. En esta ciudad nos detuvimos algunos días.
13 El sábado salimos de la ciudad y fuimos a la orilla de un río, donde suponíamos que habría un lugar de oración. Nos sentamos y empezamos a hablar a las mujeres que habían concurrido.
14 Una de ellas, que adoraba a Dios, nos escuchaba con atención. Se llamaba Lidia, era natural de la ciudad de Tiatira y se dedicaba a la venta de tejidos de púrpura. El Señor le abrió el corazón para que se adhiriese a las palabras de Pablo.
15 Cuando ella y los de su casa recibieron el bautismo, suplicó: «Si juzgáis que soy fiel al Señor, venid y hospedaos en mi casa.» Y nos obligó a ir.
La adivina de Filipos.
16 Un día, cuando nos dirigíamos al lugar de oración, nos salió al encuentro una esclava
poseída de un espíritu adivino, que solía pronunciar oráculos, proporcionando así mucho dinero a sus amos.
17 Nos seguía a Pablo y a nosotros gritando: «Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, que os anuncian un camino de salvación.»
18 Venía haciendo esto durante muchos días. Cansado Pablo, se volvió y dijo al espíritu: «En nombre de Jesucristo te mando que salgas de ella.» Y en aquel mismo instante salió.
El arresto de Pablo y de Silas.
19 Al ver sus amos que se les había ido su esperanza de ganancia, prendieron a Pablo y a
Silas y los arrastraron hasta el ágora, ante los magistrados.
20 Los presentaron a los pretores y dijeron: «Estos hombres alborotan nuestra ciudad; son judíos
21 y predican unas costumbres que nosotros, por ser romanos, no podemos aceptar ni practicar.»
22 La gente se amotinó contra ellos, de modo que los pretores ordenaron que les arrancaran la ropa y que los azotaran con varas.
23 Después de haberles dado muchos azotes, los metieron en la cárcel y mandaron al carcelero que los custodiase con sumo cuidado.
24 Éste, al recibir tal orden, los metió en el calabozo interior y sujetó sus pies en el cepo.
La conversión del carcelero.
25 Hacia la media noche, Pablo y Silas estaban en oración cantando himnos a Dios. Los presos los escuchaban.
26 De repente se produjo un terremoto tan fuerte que los mismos cimientos de la cárcel se conmovieron. Al momento quedaron abiertas todas las puertas y se soltaron las cadenas de todos.
27 Al despertarse el carcelero y ver las puertas de la cárcel abiertas, sacó la espada con intención de suicidarse, creyendo que los presos habían huido.
28 Pero Pablo le gritó: «No te causes ningún daño, que estamos todos aquí.»
29 El carcelero pidió luz, entró de un salto y se arrojó tembloroso a los pies de Pablo y Silas.
30 Los sacó fuera y les dijo: «Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?»
31 Le respondieron: «Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás junto con tu familia.»
32 Y anunciaron la palabra del Señor a él y a todos los de su casa.
33 En aquella misma hora de la noche el carcelero los tomó consigo y les lavó las heridas. Inmediatamente recibieron el bautismo él y todos los suyos.
34 Los hizo entonces subir a su casa, les preparó la mesa y se alegró con toda su familia por haber creído en Dios.
La liberación de Pablo y de Silas.
35 Llegado el día, los pretores enviaron a los lictores a decir al carcelero: «Pon en libertad a esos hombres.»
36 El carcelero dijo a Pablo: «Los pretores me han dado la orden de que os suelte. Ahora, pues, salid y marchad.»
37 Pero Pablo contestó: «Resulta que nos han azotado públicamente sin habernos juzgado, a pesar de ser nosotros ciudadanos romanos, y nos han metido en la cárcel; ¿y pretenden ahora sacarnos de aquí a escondidas? Ni hablar. Que vengan ellos a sacarnos.»
38 Los lictores transmitieron estas palabras a los pretores, que se asustaron al oír que eran romanos.
39 Fueron entonces donde ellos y les rogaron que saliesen de la ciudad.
40 Al salir de la cárcel se fueron a casa de Lidia. Vieron de nuevo a los hermanos, los animaron y se marcharon.
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