EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS
El evangelista presenta al Espíritu Santo activo desde la concepción de Jesús, en su ministerio y el nacimiento de la iglesia. Muestra un Jesús misericordioso que acoge con gran amor a los pobres, las mujeres, los pecadores e incluso los extranjeros y marginados. Podremos disfrutar del plan salvífico de Dios desde la perspectiva de un médico cristiano de origen griego, con espíritu mariano.
Los siguientes capítulos de este libro, son los que vamos a utilizar en los talleres de oración, para meditar sobre Dios como Padre amoroso. En la lectio divina, según el año litúrgico. También los usaremos de base para temas de análisis o estudio en las reuniones de grupo y material para las catequesis. Preparemonos para escudriñar el mundo de las Escrituras Sagradas.
Prólogo.
Lucas Capítulo 1
1 Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas...
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Prólogo Lc. 1, 1-4
1 Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros,
2 tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra,
3 he decidido yo también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo,
4 para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
I. Nacimiento y vida oculta de Juan el Bautista y de Jesús
Anuncio del nacimiento de Juan el Bautista. Lc 1,
Lucas 1, 5-25
5 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel.
6 Los dos eran justos ante Dios y cumplían fielmente todos los mandamientos y preceptos del Señor.
7 No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad.
8 En cierta ocasión, mientras oficiaba delante de Dios, en el grupo de su turno,
9 le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso.
10 Toda la multitud de fieles estaba fuera en oración, a la hora del incienso.
11 Se le apareció el ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso.
12 Al verlo Zacarías, se sobresaltó, y el temor se apoderó de él.
13 El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará un hijo, a quien pondrás por nombre Juan.
14 Te llenará de gozo y alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento,
15 porque será grande ante el Señor. No beberá vino ni licor; estará lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre;
16 convertirá al Señor su Dios a muchos de los hijos de Israel
17 e irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para que los corazones de los padres se vuelvan a los hijos, y los rebeldes, a la prudencia de los justos; para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.»
18 Zacarías preguntó al ángel: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo, y mi mujer de avanzada edad.»
19 El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está al servicio de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena noticia.
20 Mira, por no haber creído mis palabras, que se cumplirán a su tiempo, vas a quedar mudo, y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas.»
21 La gente, que estaba esperando a Zacarías, se extrañaba de que se demorara tanto en el Santuario.
22 Cuando salió no podía hablarles, y comprendieron que había tenido una visión en el Santuario. Les hablaba por señas y permaneció mudo.
23 Una vez cumplidos los días de su servicio, volvió a su casa.
24 Días después, concibió su mujer Isabel y estuvo durante cinco meses recluida.
25 Entre tanto, pensaba: «El Señor ha hecho esto por mí cuando ha tenido a bien quitar mi oprobio entre la gente.»
La Anunciación del nacimiento de Jesús. Lc 1,
Lucas 1, 26-38
26 Al sexto mes envió Dios el ángel Gabriel a un pueblo de Galilea, llamado Nazaret,
27 a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David. La virgen se llamaba María.
28 Cuando entró, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
29 Ella se conturbó por estas palabras y se preguntaba qué significaría aquel saludo.
30 El ángel le dijo:
«No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios;
31 vas a concebir en tu seno y a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús.
32 Él será grande, le llamarán Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre;
33 reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.»
34 María respondió al ángel: «¿Cómo será esto posible, si no conozco varón?»
35 El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que va a nacer será santo y le llamarán Hijo de Dios.
36 Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez y ya está en el sexto mes la que era considerada estéril,
37 porque no hay nada imposible para Dios.»
38 Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel la dejó y se fue.
La Visitación de María a Isabel. Lc 1,
Lucas 1, 39-45
39 En aquellos días, se puso en camino María y se dirigió con prontitud a la región montañosa, a una población de Judá.
40 Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
41 En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno; Isabel quedó llena de Espíritu Santo
42 y exclamó a gritos: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno;
43 ¿cómo así viene a visitarme la madre de mi Señor?
44 Porque apenas llegó a mis oídos la
las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»
El Cántico de la Virgen María. Lc 1,
Lucas 1, 46-56
46 Dijo María:
«Alaba mi alma la grandeza del Señor
47 y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador,
48 porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava. Desde ahora, todas las generaciones me llamarán bienaventurada,
49 porque ha hecho en mi favor cosas grandes el Poderoso, Santo es su nombre
50 y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen.
51 Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los de corazón altanero.
52 Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes.
53 A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías.
54 Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
55 —como había anunciado a nuestros padres— en favor de Abrahán y de su linaje por los
siglos.»
56 María se quedó con ella unos tres meses, y luego regresó a su casa.
El Nacimiento de Juan el Bautista. Lc 1,
Lucas 1, 57-58
57 Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz y tuvo un hijo.
58 Sus vecinos y parientes, al oír que el Señor le había mostrado tanta misericordia, se congratulaban con ella.
La Circuncisión de Juan el Bautista.
Lucas 1, 59-66
59 Al octavo día fueron a circuncidar al niño y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías;
60 pero su madre intervino y dijo: «No; se ha de llamar Juan.»
61 La gente le decía:
«No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre»,
62 y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase.
63 Él pidió una tablilla y escribió: «Se llama Juan»; y todos quedaron admirados.
64 Al punto se abrió su boca y se desató su lengua, y hablaba alabando a Dios.
65 El temor se apoderó de todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaba lo sucedido.
66 Todos cuantos lo oían quedaban impresionados y se decían: «¿Qué
El Cántico de Zacarías. Lc 1,
Lucas 1, 67-80
67 Zacarías, su padre, quedó lleno de Espíritu Santo y profetizó con estas palabras:
68 «Bendito el Señor Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
69 y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo,
70 como había prometido desde antiguo por boca de sus santos profetas,
71 que nos salvaría de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian,
72 teniendo misericordia con nuestros padres y recordando su santa alianza,
73 el juramento que hizo a Abrahán nuestro padre, de concedernos
74 que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor,
75 en santidad y justicia, en su presencia todos nuestros días.
76 Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos
77 y hacer que su pueblo conozca la salvación mediante el perdón de sus pecados,
78 por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de lo alto,
79 a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte, y de guiar nuestros pasos por el camino de la paz.»
80 El niño crecía y su espíritu se fortalecía, y vivió en lugares inhóspitos hasta el día de su manifestación a Israel.
Lucas Capítulo 2
El nacimiento de Jesús. Lc 2,
1 Por aquel entonces se publicó un edicto de César Augusto...
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El nacimiento de Jesús Lc. 2, 1-7
1 Por aquel entonces se publicó un edicto de César Augusto, por el que se ordenaba que se empadronase todo el mundo.
2 Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo Cirino gobernador de Siria.
3 Todos fueron a empadronarse, cada cual a su ciudad.
4 También José subió desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, llamada Belén, por ser él de la casa y familia de David,
5 para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta.
6 Mientras estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento
7 y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el albergue.
La visita de los pastores. Lc 2,
Lucas 2, 8-20
8 Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño.
9 Se les presentó el ángel del Señor; la gloria del Señor los envolvió en su luz y se llenaron de temor.
10 El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo:
11 os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor.
12 Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»
13 De pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial que alababa a Dios diciendo:
14 «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.»
15 Cuando los ángeles los dejaron y se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros:
«Vamos a Belén a ver lo que ha sucedido, eso que el Señor nos ha manifestado.»
16 Fueron a toda prisa y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.
17 Al verlo, contaron lo que les habían dicho acerca de aquel niño;
18 y todos cuantos lo oían se maravillaban de lo que los pastores les decían.
19 María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su interior.
20 Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, tal como se les había anunciado.
La circuncisión de Jesús. Lc 2,
Lucas 2, 21
21 Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le puso el nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser concebido en el seno.
La presentación de Jesús en el Templo. Lc 2,
Lucas 2, 22-24
22 Cuando se cumplieron los días en que debían purificarse, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor,
23 como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor,
24 y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.
El canto de Siméon. Lc 2,
Lucas 2, 25-32
25 Vivía por entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Era una persona justa y piadosa, que esperaba que Dios consolase a Israel; y estaba en él el Espíritu Santo.
26 El Espíritu Santo le había revelado que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor.
27 Movido por el Espíritu, vino al Templo. Cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él,
28 lo tomó en brazos y alabó a Dios diciendo:
29 «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz,
30 porque han visto mis ojos tu salvación,
31 la que has preparado a la vista de todos los pueblos,
32 luz para iluminar a las gentes y gloria de tu pueblo Israel.»
La profecía de Simeón. Lc 2,
Lucas 2, 33-35
33 Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él.
34 Simeón los bendijo y dijo a María, su madre:
«Éste está destinado para caída y elevación de muchos en Israel, y como signo de contradicción —
35 ¡a ti misma una espada te atravesará el alma!—, a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.»
La profecía de Ana. Lc 2,
Lucas 2, 36-38
36 Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada. Casada en su juventud, había vivido siete años con su marido,
37 y luego quedó viuda hasta los ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.
38 Presentándose en aquel mismo momento, comenzó a alabar a Dios y a hablar del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
La infancia de Jesús en Nazaret. Lc 2,
Lucas 2, 39-40
39 Así que cumplieron todo lo ordenado por la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su pueblo de Nazaret.
40 El niño crecía, se fortalecía y se iba llenando de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él.
Jesús entre los doctores de la Ley. Lc 2,
Lucas 2, 41-52
41 Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua.
42 Cuando cumplió los doce años, subieron como de costumbre a la fiesta.
43 Pasados aquellos días, ellos regresaron, pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo advirtieran.
44 Creyendo que estaría en la caravana, y tras hacer un día de camino, lo buscaron entre los parientes y conocidos.
45 Pero, al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.
46 Al cabo de tres días, lo encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y haciéndoles preguntas.
47 Todos cuantos le oían estaban estupefactos, por su inteligencia y sus respuestas.
48 Cuando lo vieron, quedaron sorprendidos; su madre le dijo:
«Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo te hemos andado buscando, llenos de angustia.»
49 Él les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?»
50 Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio.
51 Jesús volvió con ellos a Nazaret y vivió sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.
52 Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.
Lucas Capítulo 4
Lucas Capítulo 7
Curación del sierviente de un centurión.
1 Cuando Jesús terminó de hablar así a la gente, entró en Cafarnaún.
2 Un siervo de un centurión, muy querido de éste, se encontraba enfermo y a punto de morir.
3 El centurión, que había oído hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos para rogarle que viniera y salvara a su siervo.
4 Cuando éstos llegaron ante Jesús, le suplicaron con insistencia: «Merece que se lo concedas,
5 porque ama a nuestro pueblo y él mismo nos ha edificado la sinagoga.»
6 Jesús se fue con ellos. Estando ya no lejos de la casa, envió el centurión a unos amigos a decirle:
«Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo;
7 por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra y quede sano mi criado.
8 Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste ‘Vete’, y va; y a otro ‘Ven’, y viene; y a mi siervo ‘Haz esto’, y lo hace.»
9 Al oír esto, Jesús quedó admirado de él, y volviéndose a la muchedumbre que le seguía, les dijo: «Os aseguro que ni en Israel he encontrado una fe tan grande.»
10 Cuando los enviados volvieron a la casa hallaron al siervo sano.
Resurrección del hijo de una viuda.
11 A continuación fue Jesús a un pueblo llamado Naín. Lo acompañaban sus discípulos y una gran muchedumbre.
12 Cuando se acercaba a las puertas del pueblo, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de una viuda. La acompañaba mucha gente del pueblo.
13 Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: «No llores.»
14 Luego, acercándose, tocó el féretro, y los que lo llevaban se pararon. Dijo Jesús: «Joven, a ti te digo: Levántate.»
15 El muerto se incorporó y se puso a hablar, y él se lo dio a su madre.
16 El temor se apoderó de todos y alababan a Dios, diciendo: «Un gran profeta ha surgido entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo».
17 Y el suceso se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.
Los signos mesiánicos.
18 Los discípulos de Juan le llevaron todas estas noticias. Entonces él, llamando a dos de ellos,
19 los envió a preguntar al Señor: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?»
20 Aquellos hombres se acercaron a él y le dijeron: «Juan el Bautista nos ha enviado a preguntarte si eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro.»
21 En aquel momento curó a muchos de sus enfermedades y dolencias y de malos espíritus, y dio vista a muchos ciegos.
22 Después les dijo: «Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva.
23 ¡Y dichoso aquel a quien yo no le sirva de escándalo!»
Testimonio de Jesús sobre Juan el Bautista
24 Cuando los mensajeros de Juan se alejaron, se puso a hablar de Juan a la gente: «¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento?
25 ¿Qué salisteis a ver, si no? ¿Un hombre elegantemente vestido? ¡No! Los que visten magníficamente y viven con molicie están en los palacios.
26 Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Desde luego que sí, y más que un profeta.
27 De éste es de quien está escrito:
Voy a enviar a mi mensajero delante de ti, que preparará por delante tu camino.
28 «Os digo que, entre los nacidos de mujer, no hay ninguno mayor que Juan; sin embargo, el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él.
29 Toda la gente que le escuchó, incluso los publicanos, reconocieron la salvación que Dios les ofrecía y se hicieron bautizar con el bautismo de Juan.
30 Pero los fariseos y los legistas, al no aceptar su bautismo, frustraron el plan que Dios tenía para con ellos.
Reproche de Jesús a sus compatriotas.
31 «¿Con quién podré comparar a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen?
32 Se parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza y se gritan unos a otros:
‘Os hemos tocado la flauta, pero no habéis bailado,
os hemos entonado endechas, pero no habéis llorado.’
33 «Porque resulta que ha venido Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: ‘Está endemoniado.’
34 Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: ‘Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores.’
35 Pero la Sabiduría se ha acreditado por todos sus hijos.»
La pecadora perdonada .
36 Un fariseo le rogó que comiera con él. Jesús entró en la casa del fariseo y se puso a la mesa.
37 Había en el pueblo una mujer pecadora pública. Al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume
38 y, poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a llorar. Con sus lágrimas le humedecía los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume.
39 El fariseo que le había invitado, al ver la escena, se decía para sí: «Si éste fuera profeta,
sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando: una pecadora.»
40 Jesús le dijo:
«Simón, tengo algo que decirte.» Él respondió: «Di, maestro.»
41 «Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta.
42 Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?»
43 Respondió Simón: «Supongo que aquel a quien perdonó más.»
Jesús le dijo: «Has juzgado bien.»
44 Después, volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón:
«¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha humedecido mis pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos.
45 No me diste el beso, pero ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies.
46 No ungiste mi cabeza con aceite, pero ella ha ungido mis pies con perfume.
47 Por eso te digo que quedan perdonados sus numerosos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra.»
48 Y le dijo a ella: «Tus pecados quedan perdonados.»
49 Los comensales empezaron a decirse para sí: «¿Quién es éste, que hasta perdona los pecados?»
50 Pero él dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado. Vete en paz.»
Lucas Capítulo 10
Misión de los setenta y dos discípulos.
1 Después de esto, designó el Señor a otros setenta y dos y los envió...
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Misión de los 72 discípulos
Lc. 10, 1-12
Lamentación de Jesús por las ciudades de Galilea
Lucas 10, 13-16
Regreso de los setenta y dos discípulos.
Lucas 10, 17-20
La revelación del Evangelio a los humildes.
Lucas 10, 21-24
El mandamiento principal.
Lucas 10, 25-28
Parábola del buen samaritano.
Lucas 10, 29-37
El encuentro de Jesús con Marta y María.
Lucas 10, 38-42
39 Tenía ésta una hermana llamada María, que,
Lucas Capítulo 12
Advertencia contra la hipocresía. Lc 12,
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Advertencia contra la hipocresía
Lc. 12, 1-3
El verdadero y falso temor. Lc 12,
Lucas 12, 4-7
La valentía para reconocer al Hijo del hombre. Lc 12,
Lucas 12, 8-12
El desprendimiento cristiano. Lc 12,
Lucas 12, 13-15
Parábola del rico insensato. Lc 12,
Lucas 12, 16-21
La confianza en la Providencia . Lc 12,
Lucas 12, 22-32
El verdadero tesoro. Lc 12,
Lucas 12, 33-34
34 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
Exhortación a la vigilancia y a la fidelidad. Lc 12,
Lucas 12, 35-40
Parábola del servidor fiel. Lc 12,
Lucas 12, 41-48
«¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente?
Jesús ante su Pasión. Lc 12,
Lucas 12, 49-50
Jesús, signo de contradicción. Lc 12,
Lucas 12, 51-53
La interpretación de los signos de los tiempos. Lc 12,
Lucas 12, 54-59
Lucas Capítulo 15
Parábolas de la misericordia de Dios: la oveja perdida y encontrada. Lc 15,
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Lucas 15, 1-7
1 Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para
oírle.
2 Los fariseos y los escribas murmuraban: «Éste acoge a los pecadores y
come con ellos.»
3 Entonces les dijo esta parábola:
4 «¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no
deja las noventa y nueve en la estepa y va a buscar la que se perdió,
hasta que la encuentra?
5 Y cuando la encuentra, se la pone muy contento sobre los
hombros.
6 Luego, al llegar a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice:
‘Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había
perdido.’
7 Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo
pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan
necesidad de conversión.
La moneda perdida y encontrada. Lc 15,
Lucas 15, 8-10
El padre misericordioso: Lc 15,
«El hijo pródigo.»
Lucas 15, 11-32
11 Les contó también lo siguiente: «Un hombre tenía dos hijos.
12 El menor de ellos dijo al padre: ‘Padre, dame la parte de la hacienda
que me corresponde.’ Y el padre les repartió la hacienda.
13 Pocos días después, el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un
país lejano, donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.
14 «Cuando se lo había gastado todo, sobrevino una hambruna extrema en
aquel país y comenzó a pasar necesidad.
15 Entonces fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que
le envió a sus fincas a apacentar puercos.
16 El muchacho deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían
los puercos, pues nadie le daba nada.
17 Entonces se puso a reflexionar y pensó: ‘¡Cuántos jornaleros de mi
padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de
hambre!
18 Me pondré en camino, iré donde mi padre y le diré: Padre, he pecado
contra el cielo y ante ti.
19 Ya no merezco ser llamado hijo tuyo; trátame como a uno de tus
jornaleros.’
20 Entonces se avió y partió hacia su padre.
«Estando él todavía lejos, lo vio su padre y se conmovió; corrió, se
echó a su cuello y le besó efusivamente.
21 El hijo le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y ante ti. Ya no
merezco ser llamado hijo tuyo.’
22 Pero el padre dijo a sus siervos: ‘Daos prisa. Traed el mejor traje y
vestidle; ponedle un anillo en el dedo y calzadle unas
sandalias.
23 Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una
fiesta,
24 porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida; se había
perdido y ha sido hallado.’ Y comenzaron la fiesta.
25 «Su hijo mayor estaba en el campo. Al volver, cuando se acercaba a la
casa, oyó la
música y las danzas.
26 Llamó entonces a uno de los criados y le preguntó qué era
aquello.
27 Él respondió: ‘Es que ha vuelto tu hermano, y tu padre ha matado el
novillo cebado, porque le ha recobrado sano.’
28 Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre y le rogó que
entrase.
29 Pero él replicó a su padre: ‘Hace muchos años que te sirvo y jamás
dejé de cumplir una orden tuya. Sin embargo, nunca me has dado un
cabrito para tener una fiesta con mis amigos.
30 Y ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con
prostitutas, has matado para él el novillo cebado.’
31 «Pero él replicó: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es
tuyo.
32 Pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano
tuyo había muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ha sido
hallado.’»
Lucas Capítulo 24
El anuncio de la resurrección
1 El primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando los
aromas que habían preparado.
2 Pero encontraron que la piedra
había sido retirada del sepulcro.
3 Al entrar, no hallaron el
cuerpo del Señor Jesús.
4 No sabían qué pensar de esto, cuando se
presentaron ante ellas dos hombres con vestidos resplandecientes.
5
Asustadas, inclinaron el rostro a tierra; pero ellos les dijeron: «¿Por qué
buscáis entre los muertos al que está vivo?
6 No está aquí, ha
resucitado. Recordad cómo os habló cuando estaba todavía en Galilea, cómo os
decía:
7 ‘Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en
manos de los pecadores y sea crucificado, pero al tercer día
resucitará.’»
8 Y ellas recordaron sus palabras.
El testimonio de las mujeres.
9 Regresaron, pues, del sepulcro y anunciaron todas estas cosas a los Once y a todos los demás.10 Las que referían estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena, Juana, María la de Santiago y las demás que estaban con ellas.
11 Pero a ellos todas aquellas palabras les parecían desatinos, y no les creían. Pedro en el sepulcro.
12 Con todo, Pedro se levantó y corrió al sepulcro. Se inclinó, pero, al ver sólo los lienzos, se volvió a su casa, asombrado por lo sucedido.
La aparición de Jesús a los discípulos de Emaús.
13 Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que dista sesenta estadios de Jerusalén,14 y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado.
15 Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó a ellos y se puso a caminar a su lado.
16 Pero sus ojos estaban como incapacitados para reconocerle.
17 Él les preguntó: «¿De qué vais discutiendo por el camino?» Ellos se pararon con aire entristecido.
18 Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no se ha enterado de lo que ha pasado allí estos días?»
19 Él les dijo: «¿Qué ha ocurrido?» Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazoreo, un profeta poderoso en obras y palabras a los ojos de Dios y de todo el pueblo:
20 cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados lo condenaron a muerte y lo crucificaron.
21 Nosotros esperábamos que iba a ser él quien liberaría a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que eso pasó.
22 El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro
23 y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles que decían que estaba vivo.
24 Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron.»
25 Él les dijo: «¡Qué poco perspicaces sois y qué mente más tarda tenéis para creer todo lo que dijeron los profetas!
26 ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso para entrar así en su gloria?»
27 Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les fue
explicando lo que decían de él todas las Escrituras.
28 Al acercarse al
pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante.
29 Pero
ellos le rogaron insistentemente: «Quédate con nosotros, porque
atardece y el día ya ha declinado.» Entró, pues, y se quedó con
ellos.
30 Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la
bendición, lo partió y se lo iba dando.
31 Entonces se les
abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció de su
vista.
32 Se dijeron uno a otro: «¿No ardía nuestro corazón en
nuestro interior cuando nos hablaba en el camino y nos iba explicando las
Escrituras?»
33 Levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y
encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos,
34
que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a
Simón!»
35 Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en
el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
La aparición de Jesús a los apóstoles.
36 Estaban comentando todo esto, cuando se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.»37 Sobresaltados y asustados, creyeron ver un espíritu.
38 Pero él les dijo:
«¿Por qué os turbáis? ¿Por qué alberga dudas vuestra mente?
39 Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y pensad que un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo.»
40 Dicho esto, les mostró las manos y los pies.
41 Como no acababan de creérselo a causa de la alegría, y estaban asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí algo de comer?»
42 Ellos le ofrecieron un trozo de pescado.
43 Lo tomó y comió delante de ellos.
Últimas instrucciones de Jesús.
44 Después les dijo: «Lo ocurrido confirma las palabras que os dije cuando todavía estaba con vosotros: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí.»45 Entonces, abrió sus mentes para que comprendieran las Escrituras,
46 y les dijo: «Está escrito que el Cristo debía padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día
47 y que se predicaría en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén.
48 Vosotros sois testigos de estas cosas.
49
«Ahora voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. De momento
permaneced
en la ciudad, hasta que seáis revestidos de poder desde lo
alto.»
La Ascensión de Jesús
50 Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo.51 Y, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.
52 Ellos, después de postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén llenos de alegría.
53 Y estaban siempre en el Templo alabando a Dios.
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