SALMO 44 (43)
Elegía nacional
1 Del maestro de coro.
De los hijos de Coré. Poema.
2 Oh Dios, nuestros oídos lo oyeron,
nos lo contaron nuestros padres,
la obra que hiciste en su tiempo,
antiguamente,
3 con tu propia mano.
Para plantarlos a ellos,
desposeíste naciones,
para ensancharlos,
maltrataste pueblos;
4 no conquistaron el país con su espada,
ni su brazo les dio la victoria;
fueron tu diestra y tu brazo,
y la luz de tu rostro, pues los amabas.
5 Tú solo, Rey mío, Dios mío,
decidías las victorias de Jacob;
6 por ti hundíamos a nuestros adversarios,
en tu nombre pisábamos a nuestros agresores.
7 No ponía mi confianza en mi arco,
ni mi espada me hizo vencedor;
8 tú nos salvabas de nuestros adversarios,
cubrías de vergüenza a nuestros enemigos;
9 en Dios nos gloriábamos a diario,
celebrando tu nombre sin cesar.
10 Y con todo nos rechazas y avergüenzas,
no sales ya con nuestras tropas,
11 nos haces dar la espalda al adversario,
nuestros enemigos saquean a placer.
12 Nos entregas como ovejas de matadero,
nos desperdigas en medio de los pueblos;
13 vendes a tu pueblo sin provecho,
no sacas mucho de su venta.
14 Nos haces la irrisión de los vecinos,
burla y escarnio de los circundantes;
15 las naciones nos sacan motes,
los pueblos menean la cabeza.
16 Tengo siempre delante mi ignominia,
la vergüenza cubre mi semblante,
17 al oír insultos y blasfemias,
al presenciar odios y venganzas.
18 Todo esto nos vino sin haberte olvidado,
sin haber traicionado tu alianza.
19 No se habían retractado nuestros corazones,
ni habían dejado nuestros pasos tu sendero,
20 pero nos aplastaste en guarida de chacales
nos cubriste con la sombra de la muerte.
21 Si hubiésemos olvidado el nombre de nuestro Dios
o alzado nuestras manos a un dios extranjero,
22 ¿no se habría dado cuenta Dios,
que conoce los secretos del corazón?
23 Pero por ti nos matan cada día,
nos tratan como a ovejas de matadero.
24 ¡Despierta ya! ¿Por qué duermes, Señor?
¡Levántate, no nos rechaces para siempre!
25 ¿Por qué ocultas tu rostro
y olvidas nuestra miseria y opresión?
26 Nuestro cuello está hundido en el polvo,
pegado a la tierra nuestro vientre.
27 ¡Álzate, ven en nuestra ayuda,
rescátanos por tu amor!
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