25. Réquiem Para Un Ser Querido
Silencio y paz.
Fue llevado al país de la vida.
¿Para qué hacer preguntas?
Su morada, desde ahora, es el Descanso,
y su vestido, la Luz. Para siempre.
Silencio y paz. ¿Qué sabemos nosotros?
Dios mío, Señor de la Historia y
dueño del ayer y del mañana,
en tus manos están las llaves de la
vida y de la muerte.
Sin preguntarnos,
lo llevaste contigo a la Morada Santa,
y nosotros cerramos nuestros ojos,
bajamos la frente y simplemente te decimos:
está bien. Sea.
Silencio y paz.
La música fue sumergida en las aguas profundas,
y todas las nostalgias gravitan sobre las
llanuras infinitas.
Se acabó el combate.
Ya no habrá para él lágrimas, ni llanto, ni sobresaltos.
El sol brillará por siempre sobre su frente,
y una paz intangible asegurará definitivamente
sus fronteras.
Señor de la vida y dueño de nuestros destinos,
en tus manos depositamos silenciosamente
este ser entrañable que se nos fue.
Mientras aquí abajo entregamos a la tierra
sus despojos transitorios,
duerma su alma inmortal
para siempre en la paz eterna,
en tu seno insondable y amoroso,
oh Padre de misericordia.
Silencio y paz.
Amén.
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