8. Elevación
Oh mi Dios, Trinidad que adoro,
ayúdame a desentenderme por entero de mí mismo,
para instalarme en Ti, inmóvil y pacífico,
como si mi alma residiera ya en la eternidad.
Que nada pueda perturbar mi paz ni desligarme de Ti,
oh mi Inmutable, y que, a cada minuto,
me abisme más profundamente en tu Misterio.
Pacifica mi alma. Haz de ella tu morada anhelada
y el lugar permanente de tu descanso.
Que yo jamás te abandone,
sino que quede enteramente inmerso en Ti,
todo atento en mi fe, en actitud de adoración,
y entregado por completo a tu acción creadora.
Oh Cristo amado, crucificado por amor,
cuánto desearía cubrirte de gloria;
cómo desearía amarte hasta morir.
Pero siento mi impotencia; por eso te ruego:
revísteme de Ti mismo, identifica mi alma
con todos los movimientos de tu corazón.
Sumérgete en mí.
Compenétrame y envuélveme Toma mi lugar,
a fin de que mi vida sea una irradiación de la tuya.
Instálate en mí como Adorador,
como Reparador, como Salvador.
Oh Verbo, oh Palabra de mi Dios,
quiero pasar mi vida escuchándote,
quiero ser enteramente dócil,
para aprender todo de Ti.
Y después, a través de todos los vacíos,
de todas las noches, de todas las impotencias,
quiero tener siempre los ojos fijos en Ti,
y quedar bajo tu gran luz. Oh mi astro querido,
fascíname, a fin de que yo no pueda salir
del círculo de tus rayos.
Oh fuego devorador,
Espíritu de Amor, ven a mí
para que en mí se opere
como una nueva encarnación del Verbo.
Que yo sea, para Él, una nueva humanidad
en la que Él renueve su Misterio.
Y Tú, oh Padre, inclínate sobre esta pobre criatura,
cúbrela con tu presencia;
contempla en ella tan sólo a tu Bienamado Hijo,
en quien pusiste todas tus complacencias.
Oh mi "Tres", mi Todo,
mi Beatitud, Soledad infinita,
Inmensidad en la que me pierdo;
me entrego a Ti por entero;
sepúltate en mí para que yo me sepulte en Ti,
en la esperanza de llegar a contemplar en tu luz,
el abismo de tu grandeza.
Amén.
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