EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN
Su estilo y contenido, es distinto al de los tres evangelios sinópticos. Juan se caracteriza por presentar un Jesús noble, fuerte, divino. Con un completo control de su destino y siendo Palabra definitiva de Dios. A través de una profunda reflexión sobre el misterio de Jesús, tanto así que este evangelio es conocido como "el evangelio espiritual".
Los siguientes capítulos de este libro, son los que vamos a utilizar en los talleres de oración, para meditar sobre Dios como Padre amoroso. En la Lectio Divina los consultaremos como texto referentes al Evangelio, según el año litúrgico. También será base para temas de análisis o estudio en las reuniones de grupo y material para las catequesis. Preparemonos para escudriñar el mundo de las Escrituras Sagradas.
Juan Capítulo 1
PROLOGO
1 En el principio existía la Palabra, la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios...
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Jn 1, 1-18
1 En el principio existía la Palabra, la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
2 Ella estaba en el principio junto a Dios.
3 Todo se hizo por ella, y sin ella nada se hizo. Lo que se hizo
4 en ella era la vida, y la vida era la luz de los hombres;
5 y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.
6 Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan.
7 Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él.
8 No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.
9 La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre, cuando viene a este mundo.
10 En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, pero el mundo no la conoció.
11 Vino a los suyos, mas los suyos no la recibieron.
12 Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre;
13 éstos no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino que nacieron de Dios.
14 Y la Palabra se hizo carne y puso su Morada entre nosotros; y hemos contemplado su gloria,
gloria que recibe del Padre como Unigénito, lleno de gracia y de verdad.
15 Juan daba testimonio de él, proclamando: «Éste era del que yo dije:
El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo.»
16 De su plenitud hemos recibido todos gracia por gracia.
17 Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
18 A Dios nadie le ha visto jamás: lo ha contado el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre.
TESTIMONIO DE JUAN EL BAUTISTA.
Jesús, el Cordero de Dios.
Juan 1, 19-34
19 Éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Quién eres tú?»
20 Él lo confesó, sin negarlo: «Yo no soy el Cristo.»
21 Entonces le preguntaron: «¿Quién, pues?; ¿eres tú Elías?» Él contestó: «No lo soy».»
—«¿Eres tú el profeta?» Respondió: «No.»
22 Ellos insistieron: «¿Quién eres, entonces? Tenemos que dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?»
23 Respondió: «Yo soy la voz del que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías».
24 Habían sido enviados por los fariseos.
25 Le preguntaron: «¿Por qué bautizas entonces, si no eres el Cristo, ni Elías ni el profeta?»
26 Juan les respondió: «Yo bautizo con agua, pero entre vosotros hay uno a quien no conocéis,
27 que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia.»
28 Esto ocurrió en Bethabara, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando.
29 Al día siguiente, al ver a Jesús venir hacia él, dijo: «He ahí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
30 Éste es de quien yo dije: Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo.
31 «Yo no le conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él sea manifestado a Israel.»
32 Y Juan dio testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre él.
33 Yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo:
‘Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo’.
34 Yo le he visto y doy testimonio de que ése es el Elegido de Dios.»
Los primeros discípulos de Jesús.
Juan 1, 35-51
35 Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos.
36 Fijándose en Jesús que pasaba, dijo: «He ahí el Cordero de Dios».
37 Al oírle hablar así, los dos discípulos siguieron a Jesús.
38 Jesús se volvió y, al ver que le seguían, les preguntó: «¿Qué buscáis?» Ellos le respondieron: «Rabbí —que quiere decir ‘Maestro’—, ¿dónde vives?»
39 Les respondió: «Venid y lo veréis.» Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima.
40 Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús.
41 Andrés encuentra primero a su propio hermano, Simón, y le dijo: «Hemos encontrado al Mesías» —que quiere decir, Cristo—.
42 Y le llevó donde Jesús. Fijando Jesús su mirada en él, le dijo:«Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» —que quiere decir ‘Piedra’—.
43 Al día siguiente, Jesús quiso partir para Galilea y encontró a Felipe. Jesús le dijo: «Sígueme.»
44 Felipe era de Betsaida, del pueblo de Andrés y Pedro.
45 Felipe encontró a Natanael y le dijo: «Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en la Ley, y también los profetas; es Jesús, el hijo de José, el de Nazaret.»
46 Le respondió Natanael: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?» Le dijo Felipe: «Ven y lo verás.»
47 Cuando vio Jesús que se acercaba Natanael, dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.»
48 Natanael le preguntó: «¿De qué me conoces?» Respondió Jesús: «Te vi cuando estabas debajo de la higuera, antes de que Felipe te llamara.»
49 Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel.»
50 Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores.»
51 Y añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.»
Juan Capítulo 2
EL LIBRO DE LOS SIGNOS DE JESUS
EL VINO NUEVO Y EL NUEVO TEMPLO
La boda en Caná.
1 Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús...
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Juan 2, 1-12
1 Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús.
2 Fueron invitados también a la boda Jesús y sus discípulos.
3 Al quedarse sin vino, por haberse acabado el de la boda, le dijo a Jesús su madre: «No tienen vino.»
4 Jesús le respondió: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.»
5 Pero su madre dijo a los sirvientes: «Haced lo que él os diga.»
6 Había allí seis tinajas de piedra, destinadas a las purificaciones de los judíos, de dos o
tres medidas cada una.
7 Jesús les dijo: «Llenad las tinajas de agua.» Ellos las llenaron hasta arriba.
8 «Sacadlo ahora —les dijo— y llevadlo al maestresala.» Ellos lo llevaron.
9 Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llamó al novio
10 y le dijo: «Todos sirven primero el vino bueno, y cuando ya están bebidos, el inferior. Tú, en cambio, has reservado el vino bueno hasta ahora.»
11 Éste fue el comienzo de los signos que realizó Jesús, en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y creyeron en él sus discípulos.
12 Después bajó a Cafarnaún con su madre, sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días.
Expulsión de los vendedores del Templo.
Juan 2, 13-17
13 Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén.
14 Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos.
15 Entonces hizo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes, desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas;
16 y dijo a los vendedores de palomas: «Quitad esto de aquí. No convirtáis la casa de mi Padre en un mercado.»
17 Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito:
Anuncio de la resurrección de Jesús.
Juan 2, 18-25
18 Los judíos entonces le dijeron: «¿Qué signo puedes darnos que justifique que puedes obrar así?»
19 Jesús les respondió: «Destruid este santuario y en tres días lo levantaré.»
20 Los judíos le contestaron: «Cuarenta y seis años se ha tardado en construir este santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
21 Pero él hablaba del santuario de su cuerpo.
22 Cuando fue levantado de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de esto que había dicho, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había pronunciado Jesús.
23 Mientras estuvo en Jerusalén, por la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en su nombre al ver los signos que realizaba.
24 Pero Jesús no se confiaba a ellos, porque los conocía a todos;
25 y no necesitaba que alguien le dijera cómo son las personas, pues él conocía lo que hay en el ser humano.
Juan Capítulo 3
EL RENACIMIENTO ESPIRITUAL
Diálogo de Jesús con Nicodemo.
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Juan 3, 1-21
2 Fue éste donde Jesús de noche y le dijo:
«Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar los signos que tú realizas, si Dios no está con él.»
3 Jesús le respondió:
«En verdad, en verdad te digo que
el que no nazca de nuevo
no puede ver el Reino de Dios.»
4 Nicodemo le preguntó:
«¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?»
5 Respondió Jesús:
«En verdad, en verdad te
digo que el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar
en el Reino de Dios.
6 Lo nacido de la carne es carne; lo nacido del Espíritu es
espíritu.
7 No te
asombres de que te haya dicho que tenéis que nacer de nuevo.
8
El viento sopla donde quiere, y oyes su rumor, pero no
sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que nace del
Espíritu.»
9 Preguntó
Nicodemo:
«¿Cómo puede ser eso?»
10 Jesús le respondió:
«Tú, que eres maestro en Israel,
¿no sabes estas cosas?
11 «En verdad, en verdad te digo que nosotros hablamos de
lo que sabemos, y damos testimonio
de lo que hemos visto, pero
vosotros no aceptáis nuestro testimonio.
12
Si al deciros cosas de la tierra, no creéis, ¿cómo vais a
creer si os hablo de las cosas del cielo?
13
Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo: el Hijo
del hombre.
14 Y, del
mismo modo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene
que ser elevado el Hijo del hombre,
15
para que todo el que crea tenga en él la vida eterna.
16 Porque
tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo
unigénito, para que todo el que crea en él
no perezca,
sino que tenga vida eterna.
17
Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al
mundo, sino para que el mundo se salve por él.
18 El
que cree en él no es juzgado; pero el que no cree ya está juzgado,
porque no ha creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios.
19 Y
el juicio consiste en que la luz vino al mundo, pero los
hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran
malas.
20 Pues todo el que obra el mal odia la luz y
no se acerca a ella, para que nadie censure sus obras.
21
Pero el que obra la verdad, se acerca a la luz, para que
quede de manifiesto que actúa como Dios quiere.»
El último testimonio de Juan el Bautista.
Juan 3, 22-36
25 Se suscitó una discusión entre
los discípulos de Juan y un
judío acerca de la
purificación.
26
Fueron, pues, a Juan y le dijeron:
«Rabbí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, aquel de quien diste testimonio, está bautizando y todos van donde él.»
27 Juan respondió:
«Nadie puede recibir nada si no
se le ha dado del cielo.
28
«Vosotros mismos sois testigos de que dije: ‘Yo no soy el Cristo,
sino que he sido enviado delante de él.’
29
El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio,
que está presente y le oye, se alegra mucho con la voz del
novio. Ésta es, pues, mi alegría, que ha alcanzado su
plenitud.
30 Es preciso que él crezca y que yo
disminuya.
31 El que viene de arriba está por encima
de todos; el que es de la tierra habla de la tierra.
El
que viene del cielo,
32 da testimonio de lo que ha
visto y oído, pero su testimonio nadie lo acepta.
33
El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz.
34 Porque
aquel a quien Dios ha enviado proclama las palabras de
Dios, porque no da el Espíritu con medida.
35 El
Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano.
36 El
que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que resiste al Hijo, no
verá la vida, pues siempre le acecha la ira de Dios.»
Juan Capítulo 4
El encuentro de Jesús con la samaritana.
1 Cuando Jesús se enteró de que había llegado a oídos de los fariseos que él hacía más discípulos y bautizaba más que Juan...
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Juan 4, 1-42
1 Cuando Jesús se enteró de que había llegado a oídos de los fariseos que él hacía más discípulos y bautizaba más que Juan...
2 —aunque no era Jesús mismo el que bautizaba, sino sus
discípulos—,
3 abandonó Judea y volvió a Galilea.
4
Tenía que pasar por Samaría.
5 Llegó a un pueblo de Samaría llamado
Sicar, cerca de la heredad que Jacob legó a su hijo José.
6
Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, que estaba cansado de tanto andar,
se había sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta.
7
Llegó entonces una mujer de Samaría a sacar agua. Jesús le
dijo:
«Dame de beber.»
8 (Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida.) La
samaritana le respondió:
9 «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una
mujer de Samaría?» (Es que los judíos no se tratan con los
samaritanos.)
10 Jesús le respondió:
«Si conocieras el don de Dios y
supieras quién es el que te dice ‘Dame de beber’, tú se lo habrías
pedido a él, y él te habría dado agua viva.»
11 Contestó la mujer:
«Señor, el pozo es hondo y no tienes
con qué sacarla; ¿cómo es que tienes esa agua viva?
12 ¿Te crees más que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo, del que bebieron él, sus hijos y sus ganados?»
13 Jesús le respondió:
«Todo el que beba de esta agua volverá
a tener sed;
14 pero el que
beba del agua que yo le dé no tendrá sed jamás, pues el agua que yo
le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida
eterna.»
15 Le dijo la mujer:
«Señor, dame de esa agua, para no volver a tener sed y no tener
que venir aquí a sacarla.»
16 Él le contestó:
«Vete, llama a tu marido y vuelve
acá.»
17 La mujer le dijo:
«No tengo marido.»
Jesús le respondió:
«Bien has dicho que no tienes marido,
18 porque has tenido cinco, y el que ahora tienes no es marido tuyo. En
eso has dicho la verdad.»
19 La mujer replicó:
«Señor, veo que eres un profeta.
20 Nuestros padres adoraron en este monte, pero vosotros decís que el lugar donde se debe adorar es Jerusalén.»
21 Jesús le contestó:
«Créeme, mujer, que llega la hora en que
ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
22 Vosotros
adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos,
porque la salvación viene de los judíos.
23 Pero llega la
hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán
al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que
sean los que le adoren.
24 Dios es espíritu, y los que
adoran deben adorar en espíritu y verdad.»
25 Le dijo la mujer:
«Sé que va a venir el Mesías, el llamado Cristo. Cuando venga, nos
lo desvelará todo.»
26 Jesús le respondió:
«Yo soy, el que está hablando
contigo.»
27 En esto llegaron sus discípulos y se sorprendieron de que
hablara con una mujer. Pero nadie le preguntó qué quería o qué
hablaba con ella.
28 La mujer, dejando su cántaro, corrió al
pueblo y dijo a la gente:
29 «Venid a ver a un hombre que me
ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será el Cristo?»
30
Salieron del pueblo y se encaminaron hacia él.
31 Entretanto, los discípulos le insistían:
«Rabbí,
come.»
32 Pero él replicó:
«Yo tengo para comer un alimento que
vosotros no sabéis.»
33 Los discípulos se decían entre sí:
«¿Le habrá traído alguien de
comer?»
34 Jesús les dijo:
«Mi alimento es hacer la voluntad del que
me ha enviado y llevar a cabo su obra.
35 ¿No decís
vosotros:
‘Cuatro meses más y llega la siega’? Pues bien, yo os
digo:
Alzad vuestros ojos y ved los campos, que amarillean ya para
la siega.
36 Ya el segador recibe el salario, y recoge fruto
para vida eterna, de modo que el sembrador
se alegra igual que el
segador.
37 Y en esto resulta verdadero el refrán de que
uno es el sembrador y otro el segador:
38 yo os he enviado a segar donde vosotros no os habéis fatigado. Otros se fatigaron y vosotros os aprovecháis de su fatiga.»
39 Muchos samaritanos de
aquel pueblo creyeron en él por las palabras de la mujer, que
atestiguaba: «Me ha dicho todo lo que he hecho.»
40 Cuando
llegaron a él los samaritanos, le rogaron que se quedara con ellos. Y
Jesús se quedó allí dos días.
41 Fueron muchos más los que
creyeron por sus palabras,
42 y decían a la mujer:
«Ya
no creemos por tus palabras, pues nosotros mismos hemos oído y sabemos
que éste es verdaderamente el Salvador del mundo.»
Regreso de Jesús a Galilea.
Juan 4, 43-45
44 (Pues Jesús mismo había afirmado que un profeta no goza de prestigio en su patria.)
45 Cuando llegó, pues, a Galilea, los galileos le hicieron un buen recibimiento, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido.
Curación del hijo de un funcionario real.
Juan 4, 46-54
47 Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue a rogarle que bajase a curar a su hijo, porque estaba a punto de morir.
48 Entonces Jesús le dijo:
«Si no veis signos y prodigios,
no creéis.»
49 El funcionario replicó:
«Señor, baja antes de que muera
mi hijo.»
50 Jesús le dice:
«Vete, que tu hijo vive.»
Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en
camino.
51 Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus
siervos y le dijeron que su hijo vivía.
52 Él les preguntó
entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos respondieron:
«Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre.»
53 El padre
comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús:
«Tu
hijo vive»,
y creyó él y toda su familia.
54 Éste fue
el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.
Juan Capítulo 5
LA VIDA ETERNA
Curación de un enfermo en la piscina de Betesda.
1 Después de esto, con ocasión de una fiesta de los judíos, Jesús subió a Jerusalén...
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Juan 5, 1-18
1 Después de esto, con ocasión de una fiesta de los judíos, Jesús subió a Jerusalén.
2 Hay en Jerusalén una piscina
Probática llamada en hebreo Betzatá, que tiene cinco pórticos.
3
En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos,
que esperaban la agitación del agua.
4 Es que el ángel del
Señor se lavaba de tiempo en tiempo en la piscina y agitaba el agua; y
el primero que se metía después de la agitación del agua recobraba la
salud de cualquier mal que tuviera.
5 Había allí un hombre
que llevaba treinta y ocho años enfermo.
6 Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo,
le dijo:
«¿Quieres recobrar la salud?»
7 Le respondió el enfermo:
«Señor, no tengo a nadie que me
meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro se
mete antes que yo.»
8 Jesús le dijo:
«Levántate, toma tu camilla y anda.»
9 El hombre recobró al instante la salud, tomó su camilla y se fue
andando. Pero como aquel día era sábado,
10 los judíos dijeron al que había sido curado:
«Es sábado y
no te está permitido llevar la camilla.»
11 Él les respondió:
«El que me ha devuelto la salud me ha
dicho: ‘Toma tu camilla y anda’.»
12 Ellos le preguntaron:
«¿Quién es el hombre que te ha
dicho eso?»
13 Pero el curado no sabía quién era, pues Jesús había
desaparecido entre la multitud que había en aquel lugar.
14 Más tarde, Jesús lo encontró en el Templo y le dijo:
«Mira,
has recobrado la salud; no peques más, para que no te suceda algo
peor.»
El hombre se fue a decir a los judíos que era Jesús el que le había
devuelto la salud.
16 Por eso los judíos perseguían a Jesús,
porque hacía estas cosas en sábado.
17 Pero Jesús les replicó:
«Mi Padre sigue trabajando, y yo
también trabajo.»
18 Por eso, los judíos trataban con mayor empeño de matarle,
porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios su propio
Padre, haciéndose a sí mismo igual a Dios.
Discurso sobre la obra del Hijo: el juicio y la resurrección.
Juan 5, 19-30
«En verdad, en verdad os digo que el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace él, eso hace igualmente el Hijo.
20 Porque el Padre quiere al Hijo y le muestra todo lo que él hace. Y aún tiene que mostrarle obras mayores que éstas, para que os asombréis.
21 Como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere.
22 Porque el Padre no juzga a nadie, pues todo juicio lo ha entregado al Hijo,
23 para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo ha enviado.
24 En verdad, en verdad os digo que el que escucha mi palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, pues ha pasado de la muerte a la vida.
25 En verdad, en verdad os digo que llega la hora (ya estamos en ella) en que los muertos oirán
la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán.
26 Porque, lo mismo que el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha concedido al Hijo tener vida en sí mismo,
27 y le ha dado poder para juzgar, porque es Hijo del hombre.
28 No os extrañéis de esto: llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz;
29 y los que hayan hecho el bien saldrán para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el mal,
para una resurrección de juicio.
30 Nada puedo hacer yo por mi cuenta: juzgo según lo que oigo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la de aquel que me ha enviado.
El testimonio del Padre en favor de Jesús.
Juan 5, 31-47
32 Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es válido el testimonio que da de mí.
33 Vosotros mandasteis enviados a Juan, y él dio testimonio de la verdad.
34 En cuanto a mí, no recibo testimonio de un hombre; pero digo esto para que os salvéis.
35 Él era la lámpara que arde y alumbra, y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz.
36 Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado.
37 Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su voz, ni habéis visto nunca su rostro,
38 ni habita su palabra en vosotros, porque no creéis al que él ha enviado.
39 Vosotros investigáis las Escrituras: creéis tener en ellas vida eterna; pues ellas son en realidad las que dan testimonio de mí;
40 pero vosotros no queréis venir a mí para tener vida.
41 No recibo la gloria de los hombres.
42 Pero yo os conozco: no tenéis en vosotros el amor de Dios.
43 Yo he venido en nombre de mi Padre, pero no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis.
44 ¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios?
45 No penséis que soy yo quien os acusará delante del Padre. Vuestro acusador es Moisés, en quién depositáis vuestra esperanza.
46 Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí.
47 Pero si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?»
Juan Capítulo 6
La multiplicación de los panes. Jn 6,
1 Después de esto, se trasladó Jesús a la otra ribera del mar de Galilea (el de Tiberíades)...
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Juan 6, 1-15
1 Después de esto, se trasladó Jesús a la otra ribera del mar de Galilea
(el de Tiberíades),
2 y mucha gente le seguía, porque veían
los signos que realizaba en los enfermos.
3 Subió Jesús al
monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos.
4
(Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos.)
5 Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él tanta gente,
preguntó a Felipe:
«¿Dónde nos procuraremos panes para que
coman éstos?»
6 Se lo decía para probarle, porque él ya sabía lo que iba a hacer.
7 Felipe le contestó:
«Doscientos denarios de pan no bastan
para que cada uno coma un poco.»
8 Uno de sus
discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo:
9
«Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero
¿qué es eso para tantos?»
10 Replicó Jesús:
«Haced que se recueste la gente.»
(Había en el lugar mucha hierba.) La gente se recostó: eran unos
cinco mil.
11 Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los
repartió entre los que estaban recostados, y lo mismo los peces.
Comieron todo lo que quisieron.
12 Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos:
«Recoged los
trozos sobrantes para que nada se pierda.»
13 Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos
de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían
comido.
14 Al ver la gente el signo que había realizado,
comentaba:
«Éste es verdaderamente el profeta que iba a venir al
mundo.»
15 Sabiendo Jesús que intentaban venir a tomarle por
la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.
Jesús camina sobre el agua.
Juan 6, 16-21
17 subieron a una barca y se dirigieron al otro lado del mar, a Cafarnaún. Había ya oscurecido, pero Jesús todavía no había llegado.
18 Soplaba un fuerte viento y el mar comenzó a encresparse.
19 Cuando habían remado unos veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que caminaba sobre el mar y se acercaba a la barca; y sintieron miedo.
20 Pero él les dijo:
«Soy yo. No temáis.»
21 Quisieron recogerle en la barca, pero en seguida la barca tocó
tierra en el lugar a donde se dirigían.
Discurso sobre el pan de Vida.
Juan 6, 22-63
23 Pero llegaron barcas de Tiberíades, cerca del lugar donde habían comido pan.
24 Cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún, en busca de Jesús.
25 Al encontrarle a la orilla del mar, le preguntaron:
«Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?»
26 Jesús les respondió:
«En verdad, en verdad os digo que
vosotros me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque
habéis comido pan y os habéis saciado.
27 No trabajéis por el alimento perecedero, sino por el alimento que
permanece para vida eterna,
el que os dará el Hijo del hombre,
porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello.»
28 Ellos le dijeron:
«¿Qué hemos de hacer para realizar las obras de Dios?»
29 Jesús les respondió:
«La obra de Dios es que creáis en
quien él ha enviado.»
30 Ellos entonces le dijeron:
«¿Qué signo haces para que, al
verlo, creamos en ti? ¿Qué obra realizas?
31 Nuestros padres
comieron el maná en el desierto, según está escrito: Pan del cielo
les dio a comer.»
32 Jesús les respondió:
«En
verdad, en verdad os digo que no fue Moisés quien os dio el pan del
cielo; es mi Padre el que os da
el verdadero pan del cielo;
33 porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al
mundo.»
34 Entonces le dijeron:
«Señor, danos siempre de ese pan.»
35 Les dijo Jesús:
«Yo
soy el pan de vida. El que venga a mí no tendrá hambre, y el que
crea en mí no tendrá nunca sed.
36 Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis.
37
Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo
echaré fuera;
38 porque he
bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad
del que me ha enviado.
39 Y
ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda
nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último
día.
40 Ésta es la voluntad
de mi Padre: que quien vea al Hijo y crea en él tenga vida
eterna, y que yo le resucite el último día.»
41 Los judíos murmuraban de
él, porque había dicho:
«Yo soy el pan que ha bajado
del cielo.»
42 Y se preguntaban:
«¿No
es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo
puede decir ahora: ‘He bajado del cielo’?»
43 Jesús les respondió:
«No murmuréis entre vosotros.
44 Nadie puede venir a mí, si el Padre que me envía no lo atrae; y yo
le resucitaré el último día.
45 Está escrito en los profetas: Serán todos enseñados por
Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.
46 No es que alguien haya visto al Padre; el único que ha visto al
Padre es el que ha venido de Dios.
47 En verdad, en verdad os digo que el que cree, tiene vida
eterna.
48 Yo soy el
pan de vida.
49 Vuestros
padres comieron el maná en el desierto, y murieron;
50 éste es el pan que baja del cielo, para que
quien lo coma no muera.
51 Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este
pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar es
mi carne, para vida del mundo.»
52 Discutían entre sí los
judíos:
«¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
53 Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo que si no
coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre,
no
tenéis vida en vosotros.
54 El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo le
resucitaré el último día.
55 Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.
56 El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo en
él.
57 Lo mismo que el
Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el
que me coma vivirá por mí.
58 Éste es el pan bajado del cielo; no como aquel que comieron
vuestros antepasados, y murieron; el que coma este pan vivirá para
siempre.»
59 Esto lo dijo enseñando
en la sinagoga, en Cafarnaún.
60 Muchos de sus
discípulos, al oírle, dijeron:
«Es duro este lenguaje. ¿Quién
puede escucharlo?»
61 Pero Jesús, sospechando que sus
discípulos murmuraban por esto, les dijo:
«¿Esto os
escandaliza?
62 ¿Y cuando veáis al
Hijo del hombre subir adonde estaba antes?...
63 «El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las
palabras que os he dicho son espíritu y son vida.
La profesión de fe de Pedro.
Juan 6, 64-71
65 Y decía:
«Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí, si no se lo concede el Padre.»
66 Desde entonces muchos de sus
discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él.
67 Jesús dijo entonces a los Doce:
«¿También vosotros queréis marcharos?»
68 Le respondió Simón Pedro:
«Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida
eterna,
69 y nosotros creemos y sabemos que tú eres el
Santo de Dios.»
70 Jesús les respondió:
«Fijaos, yo os he elegido a
vosotros, los Doce. Y, sin embargo, uno de vosotros es un diablo.»
71 Hablaba de Judas, hijo de Simón Iscariote, porque éste le iba a
entregar, aunque era uno de los Doce.
Juan Capítulo 7
LA LUZ DEL MUNDO
Viaje de Jesús a Jerusalén. Jn 7,
Continuar leyendo,
Juan 7, 1-ss
3 le dijeron sus hermanos:
«Sal de aquí y vete a Judea, para
que también tus discípulos vean las obras que haces,
4 pues
nadie actúa en secreto cuando quiere ser conocido. Si haces estas cosas,
muéstrate al mundo.»
5 (Es que ni siquiera sus hermanos
creían en él.)
6 Jesús les replicó:
«Todavía no ha llegado mi tiempo; en
cambio vuestro tiempo siempre está a mano.
7 El mundo no
puede odiaros; a mí, sin embargo, me aborrece, porque doy testimonio de
que sus obras son perversas.
8 Subid vosotros a la fiesta. Yo
no subo, pues aún no se ha cumplido mi tiempo.»
9 Dicho esto, se quedó en Galilea.
10 Pero
después que sus hermanos subieron a
la fiesta, él también subió, aunque
no manifiestamente, sino de incógnito.
11 Los judíos,
durante la fiesta, andaban buscándole, y se preguntaban:
«¿Dónde
estará ése?»
12 Entre la gente había muchos comentarios
acerca de él. Unos decían:
«Es bueno.» Otros decían: «Nada de eso;
lo que hace es engañar a la gente.»
Enseñanzas de Jesús en Jerusalén. Jn 7,
13 Pero nadie hablaba de él abiertamente por miedo a los judíos.14 Mediada ya la fiesta, subió Jesús al Templo y se puso a enseñar.
15 Los judíos decían extrañados:
«¿Cómo entiende de
letras sin haber estudiado?»
16 Jesús les respondió:
«Mi doctrina no es mía, sino del que
me ha enviado.
17 Si alguno
quiere cumplir su voluntad, verá si mi doctrina es de Dios o hablo
yo por mi cuenta.
18 El que
habla por su cuenta busca su propia gloria; pero el que busca la
gloria del que le ha enviado,
ése es veraz; y no hay impostura
en él.
19 ¿No es Moisés el
que os dio la Ley? Y ninguno de vosotros cumple la Ley. ¿Por qué
tratáis de matarme?»
20 Respondió la gente:
«Tienes un demonio. ¿Quién trata de matarte?»
21 Jesús les respondió:
«Una sola obra he hecho y todos os
maravilláis.
22 Moisés os dio la circuncisión (no que
provenga de Moisés, sino de los patriarcas), y vosotros circuncidáis a
la gente en sábado.
23 Si se circuncida a un hombre en
sábado, para no quebrantar la Ley de Moisés, ¿os irritáis contra mí
porque he devuelto la salud plena a un hombre en sábado?
24
No juzguéis por las apariencias. Juzgad con criterio justo.»
Discusiones sobre el origen del Mesías. Jn 7,
25 Decían algunos de Jerusalén:«¿No es a ése a quien quieren matar?
26 Mirad cómo habla, con toda libertad, y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido de veras las autoridades que éste es el Cristo?
27 Pero sabemos de dónde es éste, mientras que, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es.»
28 Pero Jesús, mientras enseñaba en el Templo, dijo en alta
voz:
«Me conocéis a mí y sabéis de dónde soy. Pero yo no
he venido por mi cuenta, sino enviado por alguien que es veraz, pero que
vosotros no le conocéis.
29 Yo le conozco, porque vengo de él y él es quien me ha
enviado.»
30 La gente quería
detenerle, pero nadie le echó mano, pues todavía no había llegado su
hora.
31 Pero muchos de los presentes creyeron en él; decían: «Cuando venga el Cristo, ¿hará más signos que los que ha hecho éste?»
32 Se enteraron los fariseos que la gente hacía estos comentarios acerca de él y enviaron guardias para detenerle.
Anuncio de la partida de Jesús. Jn 7,
33 Entonces él dijo:«Voy a estar con vosotros todavía un poco de tiempo; y volveré al que me ha enviado.
34 Me buscaréis y no me encontraréis; y vosotros no podéis ir adonde yo esté.»
35 Se decían entre sí los
judíos:
«¿A dónde irá éste para que no le podamos encontrar? ¿Se
irá donde los que viven dispersos entre los griegos, para enseñar a los
griegos?
36 ¿Qué es eso que ha dicho: ‘Me buscaréis y no
me encontraréis’, y ‘vosotros no podéis ir
adonde yo esté’?»
Jesús fuente de agua viva. Jn 7,
37 El último día de la fiesta, el más solemne, Jesús puesto en pie, dijo en voz alta:«Si alguno tiene sed, que venga a mí, y beberá;
38 del que cree en mí se puede decir lo que afirma la Escritura: De su seno manarán ríos de agua viva.»
39 Esto lo decía
refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él.
Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido
glorificado.
Nuevas discusiones sobre el origen del Mesías.
40 Muchos de los presentes, que habían oído estas palabras, comentaban:«Éste es verdaderamente el profeta.»
41 Otros decían:
«Éste es el Cristo.»
Pero otros replicaban:
«¿Acaso va a venir de Galilea el Cristo?
42 ¿No dice la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de David y de Belén, el pueblo de donde era David?»
43 Se originó, pues, una disensión entre la gente a cuenta de él.
44 Algunos de ellos querían detenerle, pero nadie le echó mano.
45 Los guardias volvieron donde los sumos sacerdotes y los fariseos. Éstos les preguntaron:
«¿Por qué no lo habéis traído?»
46 Respondieron los guardias:
«Nunca nadie ha hablado como habla ese hombre.»
47 Los fariseos les respondieron:
«¿Vosotros también os habéis dejado embaucar?
48 ¿Acaso ha creído en él algún magistrado o algún fariseo?
49 Pero esa gente que no conoce la Ley son unos malditos.»
50 Les dijo Nicodemo, que era uno de ellos, el que había ido anteriormente a Jesús:
51 «¿Acaso nuestra Ley juzga a un hombre sin haberle antes oído y sin saber lo que hace?»
52 Ellos le respondieron:
«¿También tú eres de Galilea? Indaga y verás que de Galilea no sale ningún profeta.»
53 Y se volvieron cada uno a su casa.
Juan Capítulo 8
La mujer adúltera.
1 Mas Jesús se retiró al monte de los Olivos.
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Juan 8, 1-ss
2 Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y toda la gente acudía
a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles.
3 Los
escribas y fariseos le llevaron una mujer sorprendida en adulterio; la
pusieron en medio
4 y le dijeron:
«Maestro, esta mujer
ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
5 Moisés nos
mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?»
6 (Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle.) Pero
Jesús se inclinó y se puso a escribir con el dedo en la tierra.
7
Pero, al insistir ellos en su pregunta, se incorporó y les
dijo:
«Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje
la primera piedra.»
8 E inclinándose de nuevo, siguió
escribiendo en la tierra.
9 Ellos, al oír estas palabras, se
fueron retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos. Jesús se
quedó solo con la mujer, que seguía en medio.
10 Jesús se incorporó y le preguntó:
«Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie
te ha condenado?»
11 Ella respondió:
«Nadie, Señor.»
Jesús replicó:
«Tampoco yo te condeno. Vete, y no vuelvas a
pecar.»
El testimonio de Jesús sobre sí mismo. Jn 8,
12 Jesús les habló otra vez; les dijo:«Yo soy la luz del mundo; la persona que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.»
13 Los fariseos le dijeron:
«Tu testimonio no vale, pues das testimonio de ti mismo.»
14 Jesús les respondió:
«Aunque yo dé testimonio de mí
mismo, mi testimonio es válido, porque sé de dónde he venido y adónde
voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo ni a dónde
voy.
15 Vosotros juzgáis según la carne, pero yo no juzgo a
nadie;
16 y si juzgo, mi
juicio es verdadero, porque no estoy yo solo, sino yo y el que
me ha enviado.
17 Y vuestra
Ley reconoce la validez del testimonio de dos personas.
18
Yo doy testimonio de mí mismo, pero también da testimonio de mí el
Padre que me ha enviado.»
19 Le preguntaron entonces:
«¿Dónde está tu Padre?»
«Ni me conocéis a mí ni conocéis a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre.»
20 Estas palabras las pronunció en el Tesoro, mientras enseñaba en el Templo. Y nadie le prendió, pues todavía no había llegado su hora.
Advertencia de los incrédulos. Jn 8,
21 Jesús les habló de nuevo:«Yo me voy y vosotros me buscaréis, pero moriréis en vuestro pecado. Vosotros no podéis ir adonde yo voy.»
22 Los judíos se decían:
«¿Pensará suicidarse? ¿Pues cómo que no podemos ir adonde él va?»
23 Pero Jesús replicó:
«Vosotros sois de abajo; yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo; yo no soy de este mundo.
24 Ya os he dicho antes que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que Yo Soy, moriréis en vuestros pecados.»
25 Entonces le preguntaron:
«¿Quién eres tú?»
«Desde el principio, lo que os estoy diciendo.
26 Mucho podría hablar de vosotros y emitir un juicio, pero el que me ha enviado es veraz, y sólo lo que le he oído a él es lo que hablo al mundo.»
27 No comprendieron que les hablaba del Padre.
28 Les dijo, pues, Jesús:
«Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy, y que no hago nada por propia iniciativa; sino que sólo hablo lo que el Padre me ha enseñado. eso es lo que hablo.
29 Y el que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a él.»
30 Al hablar así, muchos creyeron en él.
Los verdaderos descendientes de Abrahán. Jn 8,
31 Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él:«Si os mantenéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;
32 conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.»
33 Ellos le respondieron:
«Nosotros somos descendencia de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: ‘Os haréis libres’?»
34 Jesús les respondió:
«En verdad, en verdad os digo que todo el que comete pecado es un esclavo.
35 Y el esclavo no se queda en casa para siempre; en cambio el hijo se queda para siempre.
36 Si, pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres.
37 Ya sé que descendéis de Abrahán; pero tratáis de matarme, porque mi palabra no prende en vosotros.
38 Yo hablo lo que he visto junto a mi Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído a vuestro padre.»
39 Ellos le respondieron:
«Nuestro padre es Abrahán.»
«Si sois hijos de Abrahán, haced las obras de Abrahán.
40 Pero tratáis de matarme, a mí que os he dicho la verdad que he oído de Dios. Eso no lo hizo Abrahán.
41 Vosotros hacéis las obras de vuestro padre.»
El demonio, padre de la mentira. Jn 8,
Ellos le replicaron:«Nosotros no hemos nacido de la prostitución; no tenemos más padre que a Dios.»
«Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí, porque yo he salido y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino que él me ha enviado.
43 ¿Por qué no reconocéis mi lenguaje? Porque estáis impedidos para escuchar mi palabra.
44 Vosotros sois hijos de vuestro padre el diablo, y queréis cumplir los deseos de vuestro padre.
Éste fue homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él;
cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira.
45 Pero a mí, como os digo la verdad, no me creéis.
46 ¿Quién de vosotros puede probar que soy pecador? Si digo la verdad, ¿por qué no me creéis?
47 El que es de Dios escucha las palabras de Dios; vosotros no las escucháis, porque no sois de Dios.»
48 Los judíos le respondieron:
«¿No decimos, con razón, que eres samaritano y que tienes un demonio?»
49 Respondió Jesús:
«Yo no tengo un demonio, sino que honro a mi Padre; y vosotros me deshonráis a mí.
50 Pero yo no busco mi gloria; ya hay quien la busca y juzga.
51 En verdad, en verdad os digo que si alguno guarda mi palabra, no gustará la muerte jamás.»
52 Le dijeron los judíos:
«Ahora estamos seguros de que tienes un demonio. Abrahán murió, y también los profetas; y tú dices:
‘Si alguno guarda mi palabra, no probará la muerte jamás.’
53 ¿Eres tú acaso más grande que nuesro padre Abrahán, que murió? Y también los profetas
murieron. ¿Quién te crees que eres?»
54 Jesús respondió:
«Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada; es mi Padre quien me glorifica, de quien vosotros decís: ‘Él es nuestro Dios’,
55 y sin embargo no le conocéis. Yo sí que le conozco, y si dijera que no le conozco, sería un mentiroso como vosotros. Pero yo le conozco, y guardo su palabra.
56 Vuestro padre Abrahán se regocijó pensando en ver mi Día; lo vio y se alegró.»
57 Entonces los judíos le dijeron:
«¿Aún no tienes cincuenta años y has visto a Abrahán?»
58 Jesús les respondió:
«En verdad, en verdad os digo que antes de que Abrahán existiera, Yo Soy.»
59 Entonces tomaron piedras para tirárselas; pero Jesús se ocultó y salió del Templo.
Juan Capítulo 9
Curación de un ciego de nacimiento. Jn 9,
1 Según caminaba, vio a un hombre ciego de nacimiento.
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Juan 9, 1-ss
2 Sus discípulos le preguntaron:
«Rabbí, ¿quién pecó, él o sus
padres, para que haya nacido ciego?»
3 Respondió Jesús:
«Ni él pecó ni sus padres; es para que se
manifiesten en él las obras de Dios.
4 «Mientras es de día tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado; cuando llega la noche, nadie puede trabajar.
5 Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo.»
6 Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva y untó con el barro los ojos del ciego.
7 Luego le dijo:
«Vete, lávate en la piscina de Siloé» (que quiere
decir ‘Enviado’).
Él fue, se lavó y volvió ya viendo.
8 Los vecinos y los que solían verle antes mendigar comentaban:
«¿No
es éste el que se sentaba para mendigar?»
9 Unos decían: «Es él». «No —decían otros—, será alguien que se le parece.» Pero él decía: «Soy yo.»
10 Le preguntaron entonces:
«¿Cómo, pues, se te han abierto los
ojos?»
11 Él respondió:
«Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me untó
los ojos y me dijo: ‘Vete a Siloé y lávate.’ Yo fui, me lavé y vi.»
12 Ellos le preguntaron:
«¿Dónde está ése?»
Respondió: «No lo
sé.»
13 Entonces llevaron a los fariseos al que antes era ciego.
14 (Era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos.)
15 También los fariseos le preguntaron cómo había recobrado la vista. Él
les dijo:
«Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo.»
16 Algunos fariseos comentaban:
«Este hombre no viene de Dios,
porque no guarda el sábado.»
Otros decían:
«Pero, ¿cómo puede
un pecador realizar semejantes signos?»
Y había disensión entre
ellos.
17 Entonces le preguntaron otra vez al ciego:
«¿Y tú qué dices de
él, ya que te ha abierto los ojos?»
Él respondió:
«Que es un
profeta.»
18 Los judíos no creían que aquel hombre hubiera sido ciego; así que llamaron a los padres del que había recobrado la vista
19 y les preguntaron:
«¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació
ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?»
20 Sus padres respondieron:
«Nosotros sabemos que éste es nuestro
hijo y que nació ciego.
21 Pero cómo ve ahora, lo ignoramos; y tampoco sabemos quién le ha abierto los ojos. Preguntadle, que ya tiene edad y puede hablar de sí mismo.»
22 Sus padres decían esto por miedo a los judíos, pues éstos se habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno lo reconocía como Cristo, quedara excluido de la sinagoga.
23 Por eso dijeron sus padres:
«Edad tiene; preguntádselo a él.»
24 Llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron:
«Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un
pecador.»
25 Les respondió:
«Si es un pecador, no lo sé. Sólo sé una cosa: que
era ciego y ahora veo.»
26 Le preguntaron entonces:
«¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te abrió los
ojos?»
27 Él replicó:
«Os lo he dicho ya, y no me habéis escuchado. ¿Por
qué queréis oírlo otra vez? ¿Es qué queréis también vosotros haceros
discípulos suyos?»
28 Ellos le llenaron de injurias y le dijeron:
«Tú serás discípulo
de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés.
29 Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios; pero ése no sabemos de dónde es.»
30 El hombre les respondió:
«Eso es lo extraño: que vosotros no
sepáis de dónde es y que me haya abierto a mí los ojos.
31 Sabemos que Dios no presta atención a los pecadores; sin embargo, escucha al que es religioso y cumple su voluntad.
32 Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento.
33 Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada.»
34 Ellos le respondieron:
«Has nacido todo entero en pecado, ¿y pretendes darnos lecciones?» Y lo echaron fuera.
35 Jesús se enteró de que lo habían echado fuera. Cuando se encontró con él, le preguntó:
«¿Tú crees en el Hijo del hombre?»
36 Él respondió:
«¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»
37 Jesús le dijo:
«Le has visto. Es el que está hablando
contigo».
38 A lo que él contestó:
«Creo, Señor.» Y se postró ante él.
39 Entonces dijo Jesús:
«Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos.»
40 Algunos fariseos que estaban con
él oyeron esto y le dijeron:
«¿Es que también nosotros somos
ciegos?»
41 Jesús les respondió:
«Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís que veis, vuestro pecado sigue en vosotros.»
Juan Capítulo 10
El buen Pastor. Jn 10,
1 «En verdad, en verdad os digo que el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador;
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Juan 10, 1-ss
2 pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas.
3 A éste le abre el portero, y las ovejas atienden a su voz; luego las llama una por una y las saca fuera.
4 Cuando ha sacado a todas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.
5 En cambio, no seguirían a un extraño; huirían de él, pues las ovejas no reconocen la voz de los extraños.»
6 Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba.
7 Entonces Jesús les dijo de nuevo:
«En verdad, en verdad os digo que yo soy la puerta de las ovejas.
8 Cuantos han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon.
9 Yo soy la puerta. Si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá, y encontrará pasto.
10 El ladrón sólo viene a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.
11 Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas.
12 Pero el asalariado, que no es pastor, que no es propietario de las ovejas, abandona las ovejas y huye,
cuando ve venir al lobo; y el lobo hace presa en ellas y las dispersa.
13 Como es asalariado, no le importan nada las ovejas.
14 Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas y las mías me conocen a mí;
15 del mismo modo, el Padre me conoce y yo conozco a mi Padre, y doy mi vida por las ovejas.
16 También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas debo conducir: escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, bajo un solo pastor.
17 Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida para recobrarla de nuevo.
18 Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla; ésa es la orden que he recibido de mi Padre.»
19 Se produjo otra vez una disensión entre los judíos por estas palabras.
20 Muchos de ellos decían:
«Tiene un demonio y está loco. ¿Por qué
le escucháis?»
21 Pero otros comentaban:
«Esas palabras no son de un endemoniado.
¿Puede acaso un demonio abrir los ojos de los ciegos?»
Jesús, Hijo de Dios. Jn 10,
22 Se celebraba por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno.
23 Jesús se paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón.
24 Los judíos lo rodearon y le preguntaron:
«¿Hasta cuándo vas a
tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.»
25 Jesús les respondió:
«Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las
obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de
mí.
26 Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas.
27 Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen.
28 Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano.
29 El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre.
30 Yo y el Padre somos uno.»
Jesús, acusado de blasfemia. Jn 10,
31 Los judíos trajeron otra vez piedras para apedrearle.
32 Jesús les dijo:
«Os he mostrado muchas obras buenas de parte del
Padre. ¿Por cuál de esas obras queréis apedrearme?»
33 Le respondieron los judíos:
«No queremos apedrearte por ninguna
obra buena, sino por una blasfemia, y porque tú, siendo hombre, te haces a
ti mismo Dios.»
34 Jesús les respondió:
«¿No está escrito en vuestra Ley: Yo he
dicho: dioses sois?
35 Si llama dioses a aquellos a quienes se dirigió la palabra de Dios —y no puede fallar la Escritura—,
36 a aquel a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo, ¿cómo le decís que blasfema por haber dicho: ‘Yo soy Hijo de Dios’?
37 Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis;
38 pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed al menos por las obras, y así sabréis y conoceréis que el Padre está en mí y yo en el Padre.»
39 Querían de nuevo prenderle, pero se les escapó de las manos.
40 Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había estado antes bautizando, y se quedó allí.
41 Muchos acudieron donde él y comentaban:
«Juan no realizó ningún
signo, pero todo lo que dijo Juan de éste era verdad.»
42 Y muchos allí creyeron en él.
Juan Capítulo 11
LA CERCANIA DE LA HORA DE JESUS
La resurrección de Lázaro.
1 Había un enfermo llamado Lázaro. Era de Betania, pueblo de María y de su hermana Marta.
Continuar leyendo,
Juan 11, 1-ss
2 María era la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con sus cabellos; su hermano Lázaro era el enfermo.
3 Las hermanas enviaron a decir a Jesús:
«Señor, aquel a quien tú
quieres está enfermo.»
4 Al oírlo Jesús, comentó:
«Esta enfermedad no es de muerte; es para
la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.»
5 Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro.
6 Cuando se enteró de que estaba enfermo, permaneció dos días más en el lugar donde se encontraba.
7 Al cabo de ellos, dijo a sus discípulos:
«Volvamos de nuevo a
Judea.»
8 Replicaron los discípulos:
«Rabbí, hace poco los judíos querían
apedrearte, ¿y vuelves allí?»
9 Jesús respondió:
«¿No tiene el día doce horas? Si uno anda de día,
no tropieza, porque ve la luz de este mundo;
10 pero si uno anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él.»
11 Tras decir esto, añadió:
«Nuestro amigo Lázaro duerme; pero voy a despertarle.»
12 Le dijeron sus discípulos:
«Señor, si duerme, ya se
curará.»
13 Jesús lo había dicho de su muerte, pero ellos creyeron que hablaba del descanso del sueño.
14 Entonces Jesús les dijo abiertamente:
«Lázaro ha muerto;
15 y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis. Pero vayamos allá.»
16 Entonces Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos:
«Vayamos también nosotros a morir con él.»
17 Cuando llegó Jesús, se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro.
18 Betania estaba cerca de Jerusalén, a unos quince estadios,
19 y muchos judíos habían venido a casa de Marta y María para consolarlas por su hermano.
20 Cuando Marta supo que había venido Jesús, le salió al encuentro, mientras María se quedó en casa.
21 Dijo Marta a Jesús:
«Señor, si hubieras estado aquí, no habría
muerto mi hermano.
22 Pero aun ahora yo sé que Dios te concederá cuanto le pidas.»
23 Jesús replicó:
«Tu hermano resucitará.»
24 Le respondió Marta:
«Ya sé que resucitará en la resurrección, el
último día.»
25 Jesús le respondió:
«Yo soy la resurrección. El que cree en mí,
aunque muera, vivirá;
26 y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?»
27 Respondió ella:
«Sí,
Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir
al mundo.»
28 Dicho esto, fue a llamar a su
hermana María y le dijo al oído:
«El Maestro está ahí y te
llama.»
29 Ella, en cuanto lo oyó, se levantó rápidamente y fue a su encuentro.
30 Jesús todavía no había llegado al pueblo; seguía en el lugar donde Marta lo había encontrado.
31 Los judíos que estaban con María en casa consolándola, al ver que se levantaba rápidamente y salía, la siguieron pensando que iba al sepulcro para llorar allí.
32 Cuando María llegó donde estaba Jesús y lo vio, cayó a sus pies y le
dijo:
«Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría
muerto.»
33 Viéndola llorar Jesús y observando que también lloraban los judíos que la acompañaban, se conmovió interiormente, se turbó
34 y preguntó:
«¿Dónde lo habéis puesto?»
Le respondieron:
«Señor, ven y lo verás.»
35 Jesús se conmovió entre lágrimas.
36 Los judíos comentaron entonces:
«Mirad cómo le quería.»
37 Pero algunos de ellos dijeron:
«Éste, que abrió los ojos del
ciego, ¿no podía haber hecho que éste no muriera?»
38 Entonces Jesús se conmovió de nuevo en su interior y fue al sepulcro. Era una cueva, y tenía puesta encima una piedra.
39 Dijo Jesús:
«Quitad la piedra.»
Marta, la hermana del
muerto, le advirtió:
«Señor, ya huele; es el cuarto
día.»
40 Replicó Jesús:
«¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de
Dios?»
41 Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y
dijo:
«Padre, te doy gracias por haberme escuchado.
42 Bien sé que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho por éstos que me rodean, para que crean que tú me has enviado.»
43 Dicho esto, gritó con fuerte
voz:
«¡Lázaro, sal afuera!»
44 El muerto salió, atado de pies y manos con vendas y envuelto el rostro
en un sudario. Jesús les dijo:
«Desatadlo y dejadle andar.»
La conspiración contra Jesús. Jn 11,
45 Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en él.
46 Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús.
47 Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y se
preguntaban:
«¿Qué hacemos? Es cierto que este hombre realiza muchos
signos.
48 Si le dejamos que siga así, todos creerán en él, y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación.»
49 Pero uno de ellos, Caifás, que era el Sumo Sacerdote aquel año, les
dijo:
«Vosotros no sabéis nada,
50 ni caéis en la cuenta de que conviene que muera uno solo por el pueblo, y así no perezca toda la nación.»
51 Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que, como era Sumo Sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación
52 — y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos—.
53 Desde ese día, se pusieron de acuerdo para matarlo.
54 Por eso, Jesús no andaba ya en público entre los judíos, sino que se retiró a la región cercana a la estepa, a un pueblo llamado Efraín, donde se estableció con sus discípulos.
55 Como estaba cerca la Pascua de los judíos, muchos del país habían subido a Jerusalén para purificarse.
56 La gente buscaba a Jesús, y los que estaban en el Templo se
preguntaban:
«¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?»
57 Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes de que, si alguno sabía dónde estaba, lo notificara para detenerle.
Juan Capítulo 12
La unción de Jesús en Betania.
1 Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos.
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Juan 12, 1-ss
2 Allí le prepararon una cena. Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa.
3 Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se llenó del olor del perfume.
4 Comentó Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar:
5 «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?»
6 Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón y, como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella.
7 Jesús dijo:
«Déjala, que lo guarde para el día de mi
sepultura.
8 Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis.»
9 Gran número de judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos.
10 Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro,
11 porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús.
La entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén. Jn 12,
12 Al día siguiente, al enterarse la numerosa muchedumbre que había llegado para la fiesta de que Jesús se dirigía a Jerusalén,
13 tomaron ramas de palmera y salieron a su encuentro gritando:
«¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, y el rey de Israel!»
14 Jesús encontró un borriquillo y se montó en él, según está escrito:
15 No temas, hija de Sión; mira que viene tu rey montado en un pollino de asna.
16 Esto no lo comprendieron sus discípulos de momento; pero cuando Jesús fue glorificado, cayeron en la cuenta de que lo que le habían hecho estaba ya escrito acerca de él.
17 La gente que estaba con él cuando llamó a Lázaro de la tumba y lo resucitó de entre los muertos daba testimonio de lo sucedido.
18 Por eso también salió la gente a su encuentro, porque habían oído que él había realizado aquel signo.
19 Entonces los fariseos se dijeron entre sí:
«¿Veis cómo no
adelantáis nada?; todo el mundo se ha ido tras él.»
La glorificación de Jesús por medio de la muerte. Jn 12,
20 Entre los que subían a adorar en la fiesta había algunos griegos.
21 Éstos se dirigieron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron:
«Señor, queremos ver a Jesús.»
22 Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe fueron a comunicárselo a Jesús.
23 Jesús les respondió:
«Ha llegado la hora de que el Hijo de hombre
sea glorificado.
24 En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, allí queda, él solo; pero si muere, da mucho fruto.
25 El que ama su vida, la perderá; pero el que odia su vida en este mundo la guardará para una vida eterna.
26 Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará.
27 Ahora mi alma está turbada. Y ¿que voy a decir?
¡Padre, líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora precisamente para esto!
28 Padre, glorifica tu Nombre».
Vino entonces una voz del cielo:
«Lo he glorificado y de nuevo lo glorificaré».
29 La gente que estaba allí y lo
oyó decía que había sido un trueno. Otros decían:
«Le ha hablado un
ángel.»
30 Jesús respondió:
«No ha
venido esta voz por mí, sino por vosotros.
31 Ahora es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será derribado.
32 Y cuando yo sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí.»
33 Decía esto para dar a entender qué tipo de muerte le iban a aplicar.
34 La gente le respondió:
«Nosotros sabemos por la Ley que el Cristo
permanecerá para siempre. ¿Cómo dices tú que es preciso que el Hijo del
hombre sea elevado? ¿Quién es ese Hijo del hombre?»
35 Jesús les dijo:
«Todavía, por un poco de tiempo, estará la luz
entre vosotros. Caminad mientras tenéis la luz, para que no os sorprendan
las tinieblas; el que camina en tinieblas no sabe a dónde va.
36 Mientras tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz.»
Dicho esto, se marchó Jesús y se ocultó de ellos.
La fe y la incredulidad. Jn 12,
37 Aunque había realizado tan grandes signos delante de ellos, no creían en él.
38 Así se cumplía el oráculo pronunciado por el profeta Isaías:
Señor, ¿quién dio crédito a nuestras palabras? ¿A quién se le
reveló el poder del Señor?
39 No podían creer, porque también había dicho Isaías:
40 Ha cegado sus ojos, ha endurecido su corazón; para que no vean con los ojos, ni comprendan con su corazón, ni se conviertan, ni yo los sane.
41 Isaías dijo esto porque vio su gloria y habló de él.
42 Sin embargo, incluso muchos magistrados creyeron en él; pero no lo confesaban por los fariseos, para no ser excluidos de la sinagoga,
43 porque prefirieron la gloria de los hombres a la gloria de Dios.
44 Jesús dijo a voz en cuello:
«El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado;
45 y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado.
46 Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga entre tinieblas.
47 Si alguno oye mis palabras y no es capaz de guardarlas, yo no le juzgo, pues no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo.
48 El que me rechaza y no acoge mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la palabra que yo he pronunciado lo juzgará el último día;
49 porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar,
50 y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo es lo que el Padre me ha dicho a mí.»
Juan Capítulo 13
EL LIBRO DE LA HORA DE JESUS, LA ULTIMA CENA
El lavatorio de los pies. Jn 13,
1 Antes de la fiesta de la Pascua, Jesús sabía que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre. Él, que había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el final.
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Juan 13, 1-30
2 Durante la cena, cuando ya el diablo había metido en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle,
3 sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía,
4 se levantó de la mesa, se quitó sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó.
5 Luego echó agua en una palangana y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido.
6 Al llegar a Simón Pedro, le dijo éste:
«Señor, ¿tú lavarme a mí
los pies?»
7 Jesús le respondió:
«Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora; lo
comprenderás más tarde.»
8 Replicó Pedro:
«No me lavarás los pies jamás.»
Jesús le
respondió:
«Si no te lavo, no tienes parte conmigo.»
9 Le dijo entonces Simón Pedro:
«Señor, no sólo los pies; también
las manos y la cabeza.»
10 Jesús le contestó:
«El que se ha bañado no necesita lavarse; está
del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos.»
11 Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo que no todos estaban limpios.
12 Después de lavarles los pies,
tomó sus vestidos, volvió a la
mesa y les dijo:
«¿Comprendéis lo que he hecho con
vosotros?
13 Vosotros me llamáis ‘el Maestro’ y ‘el Señor’, y decís bien, porque lo soy.
14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros.
15 Os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis lo que acabo de hacer con vosotros.
16 «En verdad, en verdad os digo que no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que lo envía.
17 «Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís.
18 No me refiero a todos vosotros; yo conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura: El que come mi pan ha alzado contra mí su talón.
19 «Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, creáis que Yo Soy.
20 En verdad, en verdad os digo que quien reciba al que yo envíe me recibe a mí, y quien me recibe a mí
recibe al que que me ha enviado.»
El anuncio de la traición de Judas. Jn 13,
21 Cuando pronunció estas palabras,
Jesús se turbó en su interior y declaró:
«En verdad, en verdad os
digo que uno de vosotros me entregará.»
22 Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba.
23 Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús.
24 Simón Pedro le hizo una seña y le dijo:
«Pregúntale de quién está
hablando.»
25 Él, recostándose sobre el pecho de Jesús, le preguntó:
«Señor,
¿quién es?»
26 Le respondió Jesús:
«Es aquel a quien dé el bocado que voy a
mojar.»
Entonces mojó el bocado, lo tomó y se lo dio a Judas, hijo
de Simón Iscariote.
27 Y, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dijo:
«Lo que
vas a hacer, hazlo pronto.»
28 Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía.
29 Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle:
«Compra lo que nos hace falta para la fiesta», o que diera algo a
los pobres.
30 En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche.
La despedida de Jesús: el anuncio de su glorificación. Jn 13,
Juan 13, 31-38
31 Cuando salió, dijo Jesús:
«Ahora
ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él.
32 Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto.
33 «Hijos míos, me queda poco tiempo de estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, pero ahora os digo lo mismo que les dije a los judíos: que vosotros no podéis ir adonde yo voy.
34 Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros; que, como yo os he amado, así os améis también entre vosotros.
35 Todos conocerán que sois discípulos míos en una cosa: en que os tenéis amor los unos a los otros.»
36 Simón Pedro le preguntó:
«Señor, ¿adónde vas?»
Jesús le respondió:
«Adonde yo voy
no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde.»
37 Pedro replicó:
«¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida
por ti.»
38 Contestó Jesús:
«¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad
te digo que no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces.»
Juan Capítulo 14
Jesús, camino hacia el Padre. Jn 14,
1 «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí.
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Juan 14, 1-ss
2 En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, no os habría dicho que voy a prepararos un lugar.
3 Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros.
4 Y ya sabéis el camino adonde yo voy.»
5 Le dijo Tomás: «Señor, no sabemos adónde vas; ¿cómo podemos saber el camino?»
6 Respondió Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.
7 Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto.»
Jesús, revelación del Padre. Jn 14,
8 Le dijo Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.»
9 Respondió Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre»?
10 ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que os digo no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras.
11 Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras.
12 En verdad, en verdad os digo que el que crea en mí hará también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre.
13 Y yo os concederé todo lo que pidáis en mi nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
14 Si me pedís algo en mi nombre, yo os lo concederé.
La promesa del Espíritu Santo. Jn 14,
15 Si me amáis, guardaréis mis mandamientos;
16 y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté siempre con vosotros:
17 el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Pero vosotros lo conocéis, porque mora con vosotros y estará en vosotros.
18 No os dejaré huérfanos: volveré a vosotros.
19 Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero vosotros sí me veréis, porque yo vivo y también vosotros viviréis.
20 Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi Padre y vosotros en mí y yo en vosotros.
21 El que tiene mis mandamientos y los lleva a la práctica, ése es el que me ama; y el que me ame
será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.»
22 Le preguntó Judas —no el Iscariote—: «Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?»
23 Jesús le respondió: «Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará; y vendremos a él
y haremos morada en él.
24 El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra no es mía, sino del Padre que me ha enviado.
25 Os he dicho estas cosas estando entre vosotros.
26 Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho.
27 Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No os sintáis turbados,
y no os acobardéis.
28 Ya me habéis oído decir: Me voy y volveré a vosotros. Si me amarais, os alegraríais de que me vaya al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
29 Y esto os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.
30 Ya no hablaré mucho con vosotros, pues llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder;
31 pero el mundo ha de saber que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado. Levantaos. Vámonos de aquí.
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