V. ABANDONO
31. Acto de Abandono
En tus manos, oh Dios, me abandono.
Modela esta arcilla,
como hace con el barro el alfarero.
Dale forma, y después, si así lo quieres,
hazla pedazos.
Manda, ordena. "¿Qué quieres
que yo haga?
¿Qué quieres que yo no haga?".
Elogiado y humillado, perseguido,
incomprendido y calumniado,
consolado, dolorido, inútil para todo,
sólo me queda decir a ejemplo de tu Madre:
"Hágase en mí según tu palabra".
Dame el amor por excelencia,
el amor de la Cruz;
no una cruz heroica, que pudiera satisfacer
mi amor propio;
sino aquellas cruces humildes y vulgares,
que llevo con repugnancia.
Las que encuentro cada día
en la contradicción,
en el olvido, el fracaso, en los falsos
juicios y en la indiferencia,
en el rechazo y el menosprecio de los demás
en el malestar y la enfermedad,
en las limitaciones intelectuales
y en la aridez, en el silencio del corazón.
Solamente entonces Tú sabrás que te amo,
aunque yo mismo no lo sepa.
Pero eso basta.
Amén.
Te comparto la canción: Todo lo Haces Nuevo, de Athenas. Escuchala, es hermosa. El que canta, ora dos veces.
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