46. Transfiguración
Señor, una vez más estamos juntos.
Juntos estamos Tú y yo,
Tú y mis hermanos.
Tu vida ha penetrado en mi vida.
Mi historia es tan banal,
tan vacía, tan mediocre.
Y ni siquiera tengo historia.
A veces, hasta me pregunto
si mi vida tiene sentido.
¡Tanto vacío, tanta complicación,
tanta infidelidad!
Pero cuando estoy contigo
es como si el entusiasmo,
el ánimo, renacieran, revivieran.
Y hoy he visto con mis hermanos,
con Pedro, Santiago y Juan,
tu semblante transfigurado,
iluminado, resplandeciente.
Tú, Señor Jesús,
Tú eres el Dios de toda luz.
Tú el Dios de toda claridad y belleza.
Es bueno estar a tu lado,
es bueno convivir contigo.
Pero, mejor aún, Señor,
mejor aún es tener
la certeza de que
estás conmigo en la vida,
por tu gracia, por tu amor.
Es bueno estar seguro
de que también mi rostro
ha de ser un rostro transfigurado,
iluminado, resplandeciente,
en la medida en que Tú
me vas transformando.
Libremente, alegremente,
jubilosamente te suplico,
que yo me vaya identificando
cada vez más contigo,
hasta el punto de poder decir
con los apóstoles:
"¡Qué bien estamos aquí, Señor!"
Amén.
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