CARTA A LOS ROMANOS
Pablo enfatiza a través de esta carta que, con Cristo terminó la etapa de la Ley y empezó la era de la gracia. Anuncia su visita a la comunidad romana, como preparación al anuncio del evangelio sobre la salvación y la fe.
Romanos Capítulo 1
Saludo Inicial
1 Pablo, siervo de Cristo Jesús y apóstol por vocación, escogido para el Evangelio de Dios...
Continuar leyendo: Saludo inicial
Rm 1, 1-7
1 Pablo, siervo de Cristo Jesús y apóstol por vocación, escogido para el Evangelio de Dios,
2 que Él había ya prometido por medio de sus profetas en las Escrituras Sagradas.
3 La promesa era relativa a su Hijo, Jesucristo Señor nuestro, descendiente de David según la carne,
4 pero constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos.
5 Por él hemos recibido la gracia del apostolado, destinado a promover la obediencia de la fe, para que su nombre sea alabado entre todos los gentiles,
6 entre los cuales os contáis también vosotros, que habéis sido llamados por Jesucristo.
7 A todos los amados de Dios que estáis en Roma, santos por vocación, a vosotros gracia y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Acción de gracias y súplica.
Romanos 1, 8-15
8 Ante todo, doy gracias a mi Dios por medio de Jesucristo, por todos vosotros, pues vuestra fe es reconocida en todo el mundo.
9 Dios, a quien doy culto en mi espíritu predicando el Evangelio de su Hijo, es testigo de lo mucho que me acuerdo de vosotros,
10 hasta el punto de pedirle siempre en mis oraciones que, si es su voluntad, encuentre por fin algún día ocasión favorable de llegarme hasta vosotros.
11 Me gustaría mucho visitaros, por si os puedo comunicar algún don espiritual que os fortalezca,
12 o más bien, para sentir entre vosotros el mutuo consuelo de la fe que compartimos.
13 Hermanos, quiero que sepáis que me propuse viajar hasta vosotros en numerosas ocasiones, pero hasta el presente me he visto impedido. Intentaba con mi visita recoger algún fruto, tanto entre vosotros como entre los demás gentiles,
14 pues me debo a griegos y a bárbaros; a sabios y a ignorantes.
15 De ahí mi ansia por llevaros el Evangelio también a los que habitáis en Roma.
LA SALVACION POR LA FE EN JESUCRISTO
El tema de la carta.
Romanos 1, 16-23
16 No me avergüenzo del Evangelio, que es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree: del judío en primer lugar, pero también del griego.
17 Porque en él se revela la justicia de Dios, de fe en fe, como dice la Escritura: El justo vivirá por la fe.
Los paganos, objeto de la ira divina
18 En efecto, la ira de Dios se revela desde el cielo contra las maldades e injusticias de los hombres que aprisionan la verdad con la injusticia,
19 pues ellos tienen claro lo que se puede conocer de Dios, ya que el propio Dios se lo manifestó.
20 Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se manifiesta a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad. En consecuencia, son inexcusables,
21 porque, habiendo conocido a Dios, no lo alabaron como a Dios, ni le dieron gracias; antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció.
22 Jactándose de sabios, se volvieron necios,
23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una representación en forma de hombres corruptibles, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles.
La corrupción y el castigo de los paganos
Romanos 1, 24-32
24 Por eso, Dios los entregó a sus apetencias y deseos, hasta un grado de impureza tal que deshonraron entre sí sus propios cuerpos.
25 Ellos cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez de al Creador, que es bendito por los siglos. Amén.
26 Por eso, los entregó Dios a pasiones infames, pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza.
27 Igualmente los hombres, abandonando la relación natural con la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros; cometieron actos infames hombres con hombres y, en consecuencia, recibieron en sí mismos el pago merecido de su extravío.
28 Y como no tuvieron a bien ahondar en el verdadero conocimiento de Dios, los abandonó Dios a los descarríos de su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene.
29 Por eso están llenos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad, envidia, homicidio, contienda, engaño y malignidad; por eso son difamadores,
30 detractores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes a sus padres,
31 insensatos, desleales, desamorados y despiadados.
32 Pero además, aunque saben que Dios declara reos de muerte a los que practican tales cosas, no solamente las practican, sino que aprueban a los que las cometen.
Romanos Capítulo 2
Los judíos, objetos de la ira divina.
1 Por eso, tú que juzgas, quienquiera que seas, no tienes excusa, pues, al juzgar a otros,...
Continuar leyendo
Romanos 2, 1-11
1 Por eso, tú que juzgas, quienquiera que seas, no tienes excusa, pues, al juzgar a otros, te condenas a ti mismo, ya que haces lo mismo que aquellos a quienes juzgas.
2 Pero sabemos que Dios juzga conforme a la verdad a los que hacen semejantes cosas.
3 Y si tú, que juzgas a los que cometen tales cosas, haces lo mismo que ellos, ¿piensas que vas a escapar al juicio de Dios?
4 ¿O desprecias, tal vez, sus tesoros de bondad, paciencia y tolerancia, sin reconocer que esa bondad de Dios te impulsa a la conversión?
5 Por tu cerrazón de mente y tu carácter impenitente vas atesorando contra ti ira para el día de la ira, cuando se revele el justo juicio de Dios,
6 quien dará a cada cual según sus obras.
7 Los que, perseverando en el bien, busquen gloria, honor e inmortalidad recibirán vida eterna;
8 mas a los rebeldes, indóciles a la verdad y dóciles a la injusticia les aguarda la ira y la cólera.
9 Sufrirá tribulación y angustia cualquier persona que obre el mal: primero el judío, pero también el griego;
10 en cambio, disfrutará de gloria, honor y paz todo el que obre el bien: primero el judío, pero también el griego.
11 Porque Dios es imparcial.
La ley y el pecado.
Romanos 2, 12-24
12 Cuantos pecaron sin conocer la ley, morirán también sin ley; y cuantos pecaron estando sujetos a la ley, por la ley serán juzgados.
13 Y es que Dios no considera justos a los que oyen la ley, sino a los que la cumplen: éstos serán justificados.
14 En efecto, cuando los gentiles, aunque no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, para sí mismos son ley.
15 Ponen de manifiesto que la realidad de esa ley está escrita en su corazón; así lo atestiguan además su conciencia y los juicios contrapuestos que emiten de condenación o alabanza...
16 para el día en que Dios juzgue las acciones secretas de los hombres, según mi Evangelio, por Cristo Jesús.
17 Pero si tú, que te dices judío y te apoyas en la ley; que te enorgulleces de creer en Dios;
18 que conoces su voluntad; que disciernes lo mejor, educado como estás por la ley;
19 que estás convencido de ser guía de ciegos y luz de los que andan en tinieblas;
20 que te crees educador de ignorantes y maestro de niños, porque posees en la ley la expresión misma de la ciencia y de la verdad...
21 pues bien, tú, que instruyes a los otros, ¿por qué no te instruyes a ti mismo? Predicas ‘No robar’, ¡y robas!;
22 prohíbes el adulterio, ¡y adulteras!; aborreces los ídolos, ¡y saqueas sus templos!
23 Tú, que te glorías en la ley, deshonras a Dios al transgredirla.
24 Porque, como dice la Escritura, el nombre de Dios, por vuestra causa, es blasfemado entre los gentiles.
La verdadera circuncisión
Romanos 2, 25-29
25 Ciertamente la circuncisión es útil, si cumples la ley; pero, si eres un transgresor de la ley, tu circuncisión se vuelve incircuncisión.
26 En cambio, si el incircunciso guarda las prescripciones de la ley, ¿no se tendrá su incircuncisión como circuncisión?
27 De este modo, si un hombre que no está físicamente circuncidado cumple la ley, te juzgará a ti, que, a pesar de contar con la letra de la ley y estar circuncidado, eres transgresor de la ley.
28 Pues ser judío no depende de la apariencia exterior; ni es circuncisión la externa, la de la carne.
29 El verdadero judío lo es en el interior, y la verdadera circuncisión es la del corazón, la que depende del espíritu, no de la letra. Una persona así recibe los parabienes de Dios, no de los hombres.
Romanos Capítulo 3
La situación de los judíos.
1 Entonces, ¿cuál es la ventaja del judío? ¿Qué utilidad tiene la circuncisión?
Continuar leyendo
Romanos 3, 1- ss
2 La ventaja, de cualquier modo, es grande. Ante todo, a ellos les fueron confiados los oráculos de Dios.
3 Es verdad que algunos de ellos fueron infieles, ¿pero acaso puede frustrar su infidelidad la fidelidad de Dios?
4 ¡De ningún modo! Dios tiene que ser veraz y todo hombre mentiroso, como dice la Escritura: Para que seas justificado en tus palabras y triunfes al ser juzgado.
5 Pero si nuestra maldad realza la justicia de Dios, ¿diremos acaso que Dios es injusto porque descarga su ira sobre nosotros? (Hablo en términos humanos.)
6 ¡De ningún modo! Si Dios fuera injusto, ¿cómo podría juzgar al mundo?
7 Pero si con mi mentira sale ganando la verdad de Dios para gloria suya, ¿por qué razón debo ser juzgado como pecador?
8 ¿Y por qué no hacer el mal para que sobrevenga el bien, como algunos calumniosamente nos acusan que decimos? Esos tales tienen merecida su condenación.
La universalidad del pecado.
9 Entonces ¿qué? ¿Llevamos ventaja? ¡No del todo!
10 Pues ya hemos podido ver que tanto judíos como griegos están a merced del pecado, como dice la Escritura:
No hay quien sea justo, ni siquiera uno.
11 No hay uno solo que sea sensato,
no hay quien busque a Dios.
12 Todos se desviaron,
a una se corrompieron;
no hay quien obre el bien,
no hay siquiera uno.
13 Su garganta es como sepulcro abierto,
con su lengua urden engaños.
Ocultan bajo sus labios veneno de áspides;
14 su boca rebosa maldición y amargura.
15 Siempre están dispuestos a derramar sangre;
16 su conducta provoca ruina y miseria.
17 No conocen el camino de la paz,
18 no piensan en el temor de Dios.
19 Ahora bien, sabemos que cuanto dice la ley lo dice para los que están sometidos a la ley, para que toda boca enmudezca y el mundo entero se reconozca reo ante Dios,
20 ya que nadie será justificado ante él porque haya cumplido la ley, pues la ley sólo proporciona el conocimiento del pecado.
La revelación de la justicia de Dios.
21 Pero ahora, independientemente de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios de la que hablaron la ley y los profetas.
22 Se trata de la justicia que Dios, mediante la fe en Jesucristo, otorga a todos los que creen —pues no hay diferencia;
23 todos pecaron y están privados de la gloria de Dios—.
24 Éstos son justificados por Él gratuitamente, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús.
25 Pues Dios exhibió a Jesús como instrumento de propiciación a través de su propia sangre, para recibir el perdón mediante la fe. Así mostró Dios su justicia, pasando por alto los pecados cometidos anteriormente,
26 en un tiempo caracterizado por su paciencia; y así muestra su justicia en el tiempo presente, siendo justo y justificador del que cree en Jesús.
La justificación por la fe
27 ¿Dónde está, entonces, el derecho a gloriarse? Queda eliminado. ¿Por qué ley? ¿Por la de las obras? No. Por la ley de la fe.
28 Porque pensamos que el hombre es justificado por la fe, independientemente de las obras de la ley.
29 ¿Acaso Dios es únicamente Dios de los judíos? ¿No lo es también de los gentiles? ¡Desde luego que sí!; también de los gentiles.
30 Tengamos en cuenta que sólo hay un Dios, que justificará a los circuncisos en virtud de la fe y a los incircuncisos por medio de la fe.
31 Entonces, ¿elimina la fe el valor de la ley? ¡De ningún modo!; más bien la consolidamos.
Romanos Capítulo 4
La justificación de Abrahan.
1 ¿Qué diremos, pues, de Abrahán, nuestro padre según la carne?
Continuar leyendo
Romanos 4, 1- ss
2 Si Abrahán obtuvo la justicia por las obras, tiene de qué gloriarse, mas no delante de Dios.
3 En efecto, la Escritura dice: Creyó Abrahán en Dios y le fue reputado como justicia.
4 Al que trabaja no se le cuenta el salario como favor, sino como deuda;
5 en cambio, al que, sin trabajar, cree en aquel que justifica al impío, su fe se le reputa como justicia.
6 Así también David proclama bienaventurado al hombre a quien Dios imputa la justicia independientemente de las obras:
7 Bienaventurados aquellos cuyas maldades fueron perdonadas, y cubiertos sus pecados.
8 Dichoso el hombre a quien el Señor no imputa el pecado.
Abrahán, padre de los creyentes
9 Entonces, ¿sobre quién recae esta dicha? ¿Sólo sobre los circuncisos o también sobre los incircuncisos? Decimos, en efecto, que la fe de Abrahán le fue reputada como justicia.
10 Pero, ¿cómo le fue reputada? ¿Cuando ya estaba circuncidado o antes de estarlo? No cuando estaba circuncidado, sino antes;
11 pues recibió la señal de la circuncisión como sello de la justicia que viene de la fe, y que poseía estando todavía sin circuncidar. Así, se convertía en padre de todos los que creen sin estar circuncidados, a fin de que la justicia les fuera igualmente imputada;
12 pero también es padre de los circuncidados que no se contentan con la circuncisión, sino que siguen además las huellas de la fe que tuvo nuestro padre Abrahán antes de la circuncisión.
La promesa hecha a Abrahán
13 En efecto, si Abrahán y su posteridad recibieron la promesa de ser herederos del mundo, no fue por la ley, sino por la justicia que viene de la fe.
14 Porque si ser herederos dependiese de la ley, la fe carecería de objeto, y la promesa quedaría abolida.
15 Además la ley provoca la ira divina; por el contrario, donde no hay ley no hay transgresión.
16 Por eso, para que fuese un don, la promesa tenía que depender de la fe, y así quedar asegurada para toda la posteridad; no sólo para los de la ley, sino también para los de la fe de Abrahán, padre de todos nosotros.
17 Dice de él la Escritura: Te he constituido padre de muchas naciones. Es decir, lo hizo padre nuestro el Dios a quien creyó, el Dios que da la vida a los muertos y llama a la existencia a las cosas que no existen.
La fe de Abrahán y la fe del cristiano.
18 Abrahán esperó contra toda esperanza; creyó, y eso le valió para ser padre de muchas naciones, según le había sido dicho: Así será tu posteridad.
19 Su fe no vaciló al pensar que su cuerpo carecía ya de vigor —tenía unos cien años— y que el seno de Sara era igualmente estéril.
20 Por el contrario, ante la promesa divina, no cedió a la duda con incredulidad; más bien, fortalecido en su fe, alabó a Dios,
21 totalmente convencido de que Él es poderoso para cumplir lo prometido.
22 Por eso le fue reputado como justicia.
23 Y la Escritura no dice ‘le fue reputado’ sólo por él, sino también por nosotros,
24 pues Dios reconocerá nuestra fe; por nosotros, que creemos en Aquel que resucitó de entre los muertos a Jesús Señor nuestro,
25 quien fue entregado por nuestros pecados, pero resucitado para nuestra justificación.
Romanos Capítulo 5
El fruto de la justificación.
1 Así pues, una vez que hemos recibido la justificación mediante la fe, estamos en paz con Dios. Y todo gracias a nuestro Señor Jesucristo,
Continuar leyendo
Romanos 5, 1-ss
2 por quien hemos obtenido, también mediante la fe, el acceso a esta gracia en la que nos hallamos, y nos gloriamos en la esperanza de participar de la gloria de Dios.
3 Más aún, nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia;
4 la paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza,
5 y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.
6 En efecto, cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos.
7 Y pensemos que difícilmente habrá alguien que muera por un justo —tal vez por un hombre de bien se atrevería uno a morir—.
8 Así que la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.
9 ¡Con cuánta más razón ahora, justificados por su sangre, nos pondrá él a salvo de la ira divina!
10 Si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, nos salvará mediante su vida!
11 Y no sólo eso, pues también nos gloriamos en Dios mediante nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.
Adán y Jesucristo.
12 Por un hombre entró el pecado en el mundo y, por el pecado, la muerte; y así la muerte alcanzó a todos los hombres, puesto que todos pecaron.
13 Ciertamente, hubo pecado en el mundo antes de la llegada de la ley, pero el pecado no puede imputarse cuando no hay ley.
14 Con todo, desde Adán hasta Moisés reinó la muerte aun sobre aquellos que no cometieron un pecado semejante al de Adán, el cual es figura del que había de venir.
15 Pero con el don no sucede como con el delito. Si por el delito de uno murieron todos, ¡con cuánta más razón se han desbordado sobre todos la gracia de Dios y el don otorgado por la gracia de un hombre, Jesucristo!
16 Además, no sucede con el don de Dios como con las consecuencias del pecado de uno solo; porque el juicio, partiendo de un pecado, llevó a la condenación, mas la obra de la gracia, partiendo de muchos delitos, se resuelve en justificación.
17 En efecto, si por el delito de un hombre reinó la muerte, ¡con cuánta más razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia reinarán en la vida por uno, por Jesucristo!
18 Así pues, como el delito de uno atrajo sobre todos los hombres la condenación, así también la obra de justicia de uno procura a todos la justificación que da la vida.
19 En efecto, así como por la desobediencia de un hombre todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno todos serán constituidos justos.
20 La ley, en definitiva, intervino para que abundara el delito; pero donde abundó el pecado sobreabundó la gracia.
21 Así, lo mismo que el pecado reinó para traer muerte, también la gracia reinara, en virtud de la justicia, para procurarnos vida eterna a través de Jesucristo nuestro Señor.
Romanos Capítulo 6
La identificación con Cristo por el Bautismo
1 ¿Qué diremos, pues? ¿Que debemos permanecer en el pecado para que la gracia se multiplique? ¡De ningún modo!
Continuar leyendo
Romanos 6, 1-ss
2 Nosotros ya hemos muerto al pecado; ¿cómo vamos a seguir entonces viviendo en él?
3 ¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos incorporados a su muerte?
4 Por medio del bautismo fuimos, pues, sepultados con él en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo resucitó de entre los muertos mediante la portentosa actuación del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva.
5 Porque si hemos sido injertados en él por una muerte semejante a la suya, también lo estaremos por una resurrección semejante.
6 Sabemos así que nuestro hombre viejo fue crucificado con él, a fin de que fuera destruida nuestra naturaleza transgresora y dejáramos de ser esclavos del pecado.
7 Pues el que está muerto queda libre del pecado.
8 Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él,
9 pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no vuelve a morir, y que la muerte carece ya de poder sobre él.
10 Su muerte implicó morir al pecado de una vez para siempre; mas su vida es un vivir para Dios.
11 En consecuencia, también vosotros debéis consideraros muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.
La liberación del pecado y el servicio de Dios.
12 Así que no permitáis que el pecado reine en vuestro cuerpo mortal; de ese modo no acataréis sus deseos.
13 Y no convirtáis vuestros miembros en instrumentos de injusticia al servicio del pecado. Ofreceos más bien a Dios como si fueseis muertos que han vuelto a la vida; y vuestros miembros, como instrumentos de justicia al servicio de Dios.
14 Pues el pecado no volverá a dominaros, ya que no estáis a merced de la ley, sino bajo la gracia de Dios.
15 Entonces, ¿qué? Si ya no estamos a merced de la ley, sino bajo la gracia, ¿podremos pecar? ¡De ningún modo!.
16 ¿No sabéis que, si os ofrecéis a alguien para obedecerle, os hacéis esclavos de ése a quien obedecéis? Así, la esclavitud al pecado conduce a la muerte, y la obediencia a Dios, a la justicia.
17 Pero, gracias a Dios, vosotros, que erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón al modelo de doctrina que habéis recibido,
18 y, liberados del pecado, os habéis hecho esclavos de la justicia.
19 —Hablo en términos humanos, en atención a vuestra flaqueza natural—. Pues, del mismo modo que ofrecisteis vuestros miembros como esclavos a la impureza y a la maldad, para obrar el mal, ofrecedlos ahora a la justicia, para una vida de santidad.
Los frutos del pecado y de la justicia.
20 Verdad es que, cuando erais esclavos del pecado, erais libres en lo referente a la justicia.
21 ¿Pero qué frutos cosechasteis entonces de todo aquello que ahora os avergüenza, y cuyo fin es la muerte?
22 Pero ahora, libres ya del pecado y esclavos de Dios, dais frutos de santidad, cuyo fin es la vida eterna.
23 El salario del pecado es la muerte; pero el don de Dios es la vida eterna, unidos a Cristo Jesús, Señor nuestro.
Romanos Capítulo 7
La liberación de la Ley.
1 ¿Acaso ignoráis, hermanos, que la ley sólo obliga al hombre mientras éste vive? —Hablo a quienes entienden de leyes—.
Continuar leyendo
Romanos 7, 1-ss
2 Así, la mujer casada está sujeta por la ley a su marido mientras éste vive; mas, una vez muerto el marido, se ve libre de la ley del marido.
3 Por eso, mientras vive el marido, será considerada adúltera si se une a otro hombre; pero, cuando muere el marido, queda libre de la ley, de forma que no es adúltera si se une a otro.
4 Así pues, hermanos míos, también vosotros quedasteis muertos respecto de la ley al incorporaros al cuerpo de Cristo, pues pasasteis a pertenecer a otro: a aquel que resucitó de entre los muertos para que diéramos frutos que nos conducen a Dios.
5 Porque, cuando nos dejábamos guiar por la carne, las tendencias pecaminosas, excitadas por la ley, actuaban en nuestro cuerpo para que produjéramos frutos que conducen a la muerte.
6 Ahora, sin embargo, hemos quedado emancipados de la ley, muertos a todo lo que nos tenía aprisionados, de modo que podamos servir según un espíritu nuevo, no según un código anticuado.
La Ley, ocasión de pecado.
7 Entonces, ¿qué podemos decir? ¿Que la ley es pecado? ¡De ningún modo! Sin embargo, yo no habría conocido el pecado si no hubiera sido por la ley. Seguro que yo habría ignorado qué es la concupiscencia si la ley no dijera: ¡No te des a la concupiscencia!
8 Mas el pecado, aprovechándose del precepto, suscitó en mí toda suerte de concupiscencias; pues sin ley el pecado estaba muerto.
9 Hubo un tiempo en que viví sin ley, pero, en cuanto apareció el precepto, cobró vida el pecado,
10 y yo acabé muriendo. Y resultó que el precepto, destinado para dar vida, me causó muerte.
11 Porque el pecado, aprovechándose del precepto, me sedujo, y por él me dio muerte.
12 Así que la ley en sí misma es santa, y santo el precepto, y justo y bueno.
13 Entonces, ¿se ha convertido lo bueno en muerte para mí? ¡De ningún modo! Es que el pecado, para aparecer como tal, se sirvió de una cosa buena para procurarme la muerte. Es decir, que el pecado ejerció todo su poder de pecado valiéndose del precepto.
La oposición entre la carne y el espíritu.
14 Sabemos, en efecto, que la ley es espiritual, mas yo soy de carne, vendido al poder del pecado.
15 Realmente, no comprendo mi poseer, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco.
16 Y, si hago lo que no quiero, debo reconocer que la ley es buena;
17 pero en realidad no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en mí.
18 Pues bien sé yo que nada bueno hay en mí, es decir, en mi carne; en efecto, querer el bien lo tengo a mi alcance, mas no el realizarlo,
19 puesto que no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero.
20 Y, si hago lo que no quiero, no soy yo quien actúa, sino el pecado que habita en mí.
21 Descubro, pues, esta ley: que, aunque quiera hacer el bien, es el mal el que me sale al encuentro.
22 Por una parte, me complazco en la ley de Dios, como es propio del hombre interior;
23 pero, a la vez, advierto otra ley en mi cuerpo que lucha contra la ley de mi razón y me esclaviza a la ley del pecado que está en mi cuerpo.
24 ¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte?
25 ¡Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo nuestro Señor!
Así pues, soy yo mismo quien, con la razón, sirvo a la ley de Dios, y, con la carne, a la ley del pecado.
Romanos Capítulo 8
La Ley del Espíritu.
1 Por consiguiente, ninguna condenación pesa ya sobre los que están unidos a Cristo Jesús,...
Continuar leyendo
Romanos 8, 1-4
1 Por consiguiente, ninguna condenación pesa ya sobre los que están unidos a Cristo Jesús,
2 porque la ley del espíritu, que da la vida a través de Cristo Jesús, te liberó de la ley del pecado y de la muerte.
3 Pues lo que la ley era incapaz de hacer, reducida como estaba a la impotencia por la carne, lo hizo Dios. En efecto, Dios, enviando a su propio Hijo en una carne semejante a la del pecado, y en orden a abolir el pecado, condenó el pecado en la carne.
4 Y lo hizo para que la justicia de la ley se cumpliera en nosotros, que seguimos una conducta no según la carne, sino según el espíritu.
Los deseos de la carne y del espíritu.
Romanos 8, 5-13
5 Efectivamente, los que viven según la carne desean lo que es propio de la carne; mas los que viven según el espíritu buscan lo espiritual.
6 Ahora bien, las tendencias de la carne desembocan en la muerte, mas las del espíritu conducen a la vida y la paz,
7 ya que las tendencias de la carne llevan al odio de Dios: no se someten a la ley de Dios, ni siquiera pueden.
8 Así que los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
9 Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no le pertenece;
10 mas si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo esté ya muerto a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia que habéis recibido.
11 Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros.
12 Así que, hermanos míos, no somos deudores de la carne para vivir según la carne,
13 pues, si vivís según la carne, moriréis. Pero si con el Espíritu hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis.
La filiación divina.
Romanos 8, 14-17
14 En efecto, todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.
15 Y vosotros no habéis recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!
16 El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios.
17 Y, si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, si compartimos sus sufrimientos, para ser también con él glorificados.
La esperanza de la creación.
Romanos 8, 18-25
18 Soy consciente de que los sufrimientos del tiempo presente no se pueden comparar con la gloria que se ha de manifestar en nosotros.
19 Incluso la creación espera ansiosa y desea vivamente el momento en que se revele nuestra condición de hijos de Dios.
20 La creación, en efecto, fue sometida a la caducidad, no espontáneamente, sino por voluntad de aquel que la sometió; pero latía en ella la esperanza
21 de verse liberada de la esclavitud de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
22 Pues sabemos que la creación entera viene gimiendo hasta el presente y sufriendo dolores de parto.
23 Pero no sólo ella. También nosotros mismos, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior anhelando la liberación de nuestro cuerpo.
24 Porque nuestra salvación está relacionada con la esperanza. En efecto, si esperamos algo que se ve, eso no es esperanza, pues ¿cómo es posible esperar una cosa que se ve?
25 Pero si esperamos lo que no vemos, hemos de aguardar con paciencia.
La oración del Espíritu.
Romanos 8, 26-27
26 De igual manera, el Espíritu viene también en ayuda de nuestra flaqueza. Como nosotros no sabemos pedir como conviene, el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indescriptibles.
27 Y el que examina el interior de las personas ya sabe lo que anhela el Espíritu, y que, cuando intercede en favor de los santos, lo hace conforme a la voluntad de Dios.
El plan de la salvación.
Romanos 8, 28-30
28 Por lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman, de aquellos que han sido llamados según su designio.
29 Pues Dios predestinó a reproducir la imagen de su Hijo a los que conoció de antemano, para que así fuera su Hijo el primogénito entre muchos hermanos.
30 Y a los que predestinó, también los llamó; y a los que llamó, también los hizo justos; y a los que hizo justos, también los glorificó.
Himno al amor de Dios.
Romanos 8, 31-39
31 Ante esto, ¿qué podemos decir? Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?
32 Si Él no perdonó ni a su propio Hijo (antes bien lo entregó por todos nosotros), ¿cómo no va a darnos con él gratuitamente todas las cosas?
33 ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es quien justifica.
34 ¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, que murió; más aún, que resucitó, que está a la diestra de Dios y que intercede por nosotros?
35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?...
36 Como dice la Escritura: Por ti nos matan cada día, nos tratan como a ovejas de matadero.
37 Pero en todo esto salimos más que vencedores gracias a aquel que nos amó.
38 Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni las potestades,
39 ni la altura ni la profundidad, ni cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro.
Romanos Capítulo 9
ISRAEL EN EL PLAN DE DIOS
Los privilegios de Israel
1 Cristo es testigo de que digo la verdad, y de que no miento —además me lo dice mi conciencia, guiada por el Espíritu Santo—:
Continuar leyendo
Romanos 9, 1-ss
2 siento una gran tristeza y un dolor incesante en el corazón.
3 Pues desearía ser yo mismo maldito, separado de Cristo, por mis hermanos, los de mi raza según la carne.
4 Son israelitas; ellos disfrutaron de la adopción filial, de la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas
5 y los patriarcas; de ellos también procede Cristo según la carne, el cual está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén.
La fidelidad de Dios a sus promesas.
6 No es que haya fallado la palabra de Dios; es que no todos los descendientes de Israel son Israel,
7 ni todos son hijos por ser descendientes de Abrahán. Dios le dijo: Por Isaac llevará tu nombre una descendencia;
8 es decir: no son hijos de Dios, sin más, los hijos nacidos según la carne, sino los hijos de la promesa; ésos son considerados verdadera descendencia.
9 Porque éstas son las palabras de la promesa: Por este tiempo volveré; y Sara tendrá un hijo.
10 Pero hay más. Rebeca concibió de un solo hombre, de nuestro padre Isaac.
11 Ahora bien, antes de haber nacido sus hijos, y cuando no habían hecho ni bien ni mal —para que se mantuviese la libertad de la elección divina,
12 que no depende de las obras, sino del que llama—, le fue dicho a Rebeca: El mayor servirá al menor,
13 como dice la Escritura: Amé a Jacob y rechacé a Esaú.
La libertad de la elección divina.
14 Entonces, ¿qué diremos? ¿Que Dios es injusto? ¡De ningún modo!
15 Él dijo a Moisés: Seré misericordioso con quien lo sea; me apiadaré de quien me apiade.
16 Por tanto, no se trata de que alguien quiera o se afane, sino de que Dios tenga misericordia.
17 La Escritura dice de Faraón: Te he suscitado precisamente para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea conocido en toda la tierra.
18 Así pues, usa de misericordia con quien quiere, y endurece a quien quiere.
19 Seguro que me dirás: Entonces, ¿de qué se enoja, si nadie puede hacer frente a su voluntad?
20 ¡Pero hombre! ¿Quién eres tú para pedir cuentas a Dios? ¿Acaso la vasija dirá al alfarero: por qué me hiciste así?
21 ¿O es que el alfarero no es dueño de hacer de una misma masa objetos para usos nobles y otros para usos despreciables?
22 Pues bien, ¿qué vas a replicar si Dios, queriendo manifestar su ira y dar a conocer su poder, soportó con gran paciencia a los que eran objetos de ira, preparados para la perdición,
23 a fin de dar a conocer la riqueza de su gloria con los que eran objetos de misericordia, que de antemano había preparado para participar de esa gloria?
24 Es lo que ha hecho con nosotros, llamados no sólo de entre los judíos, sino también de entre los gentiles.
La infidelidad de Israel y el llamado a los paganos.
25 Como dice también en Oseas: Llamaré pueblo mío al que no es mi pueblo; y amada mía a la que no es mi amada.
26 Y en el lugar mismo en que se les dijo: No sois mi pueblo, serán llamados: Hijos del Dios vivo.
27 Isaías también clama en favor de Israel: Aunque los hijos de Israel fueran numerosos como las arenas del mar, sólo un resto será salvo.
28 Porque pronta y perfectamente cumplirá el Señor su palabra sobre la tierra.
29 Y como predijo Isaías: Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado una descendencia, habríamos venido a ser como Sodoma, semejantes a Gomorra.
30 Entonces, ¿qué diremos? Que los gentiles, que no buscaban la justicia, han hallado la justicia —la justicia que nace de la fe—;
31 mientras que Israel, que buscaba una ley que le proporcionara justicia, no llegó a cumplir la ley.
32 ¿Por qué? Porque buscaba la justicia en las obras, no en la fe. Tropezaron contra la piedra de tropiezo,
33 como dice la Escritura: Voy a poner en Sión piedra de tropiezo y roca de escándalo; mas el que crea en él, no quedará confundido.
Romanos Capítulo 10
Israel y la justicia de Dios
1 Hermanos, anhelo de todo corazón, y así se lo pido a Dios en la oración, que mis compatriotas se salven.
Continuar leyendo
Romanos 10, 1-ss
2 Puedo testificar en su favor que tienen celo de Dios, pero no conforme a un pleno conocimiento.
3 Pues, desconociendo la justicia de Dios y empeñándose en establecer la suya propia, no se sometieron a la justicia de Dios.
4 Porque el fin de la ley es Cristo, de modo que todo el que crea sea justificado.
5 En efecto, Moisés escribe acerca de la justicia que nace de la ley: Quien la cumpla, vivirá por ella.
6 Mas la justicia que viene de la fe dice así: No digas en tu interior ‘¿quién subirá al cielo?’ —es decir: para hacer bajar a Cristo—,
7 o bien ‘¿quién bajará al abismo?’ —es decir: para hacer subir a Cristo de entre los muertos—.
8 Entonces, ¿qué dice? Dice: Cerca de ti está la palabra: en tu boca y en tu corazón, es decir, la palabra de la fe que nosotros proclamamos.
9 Porque, si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvado.
10 Pues con el corazón se cree para conseguir la justicia, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación.
11 Porque dice la Escritura: Todo el que crea en él no será confundido.
12 O sea, que no hay distinción entre judío y griego, pues uno mismo es el Señor de todos, rico para todos los que lo invocan.
13 Pues todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.
El misterio de la incredulidad de Israel
14 Pero, ¿cómo van a invocar a aquel en quien no han creído? ¿Cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar? ¿Cómo van a oír sin que se les predique?
15 ¿Y cómo van a predicar si no son enviados? Como dice la Escritura: ¡Qué hermosos son los pies de los que anuncian el bien!
16 Pero no todos obedecieron a la Buena Nueva. Porque Isaías dice: ¡Señor!, ¿quién ha creído a nuestra predicación?
17 Por tanto, la fe viene de la predicación, y la predicación, por la palabra de Cristo.
18 Y pregunto yo: ¿Será que no han oído? ¡Claro que han oído! Por toda la tierra se ha difundido su voz, y hasta los confines de la tierra sus palabras.
19 Pero pregunto: ¿Es que Israel no comprendió? Moisés fue el primero en decir: Os volveré celosos de una que no es nación; contra una nación estúpida os enfureceré.
20 Isaías, a su vez, se atreve a decir: Fui hallado por quienes no me buscaban; me manifesté a quienes no preguntaban por mí.
21 Mas a Israel dice: Todo el día extendí mis manos hacia un pueblo incrédulo y rebelde.
Romanos Capítulo 11
El resto de Israel.
1 Y pregunto yo: ¿Es que ha rechazado Dios a su pueblo? ¡De ningún modo! ¡Que también yo soy israelita, del linaje de Abrahán, de la tribu de Benjamín!
Continuar leyendo
Romanos 11, 1-ss
2 Dios no ha rechazado a su pueblo, a quien fue el primero en reconocer como tal. ¿O es que ignoráis lo que dice la Escritura acerca de Elías, cómo se queja ante Dios contra Israel?:
3 ¡Señor!, han dado muerte a tus profetas; han derribado tus altares; y he quedado yo solo, y acechan contra mi vida.
4 ¿Y qué le responde el oráculo divino? Me he reservado siete mil hombres que no han doblado la rodilla ante Baal.
5 Pues bien, del mismo modo, también ahora subsiste un resto elegido por gracia.
6 Y, si es por gracia, ya no lo es por las obras de la ley; de otro modo, la gracia no sería ya gracia.
7 Entonces, ¿qué? Pues que Israel no consiguió lo que buscaba, y en cambio lo consiguieron los elegidos. Los demás se endurecieron,
8 como dice la Escritura: Dioles Dios un espíritu de embotamiento: ojos para no ver y oídos para no oír, hasta el día de hoy.
9 David también dice: Conviértase su mesa en trampa y lazo, en piedra de tropiezo y justo pago;
10 oscurézcanse sus ojos para no ver; agobia sus espaldas sin cesar.
La esperanza en la salvación de Israel.
11 Y pregunto yo: ¿Habrán tropezado para quedar tirados? ¡De ningún modo! Más bien su tropiezo ha traído la salvación a los gentiles, que así han provocado sus celos.
12 Y si su caída ha sido una riqueza para el mundo, y su mengua ha supuesto una riqueza para los gentiles, ¡qué no será su plenitud!
13 Pero voy a deciros algo a vosotros, los gentiles: Yo estoy orgulloso de mi ministerio como verdadero apóstol de los gentiles,
14 pero lo llevo a cabo con la esperanza de despertar celos en los de mi raza y salvar a alguno de ellos.
15 Porque, si su rechazo ha supuesto la reconciliación del mundo, ¿qué será su readmisión, sino una resurrección de entre los muertos?
El Pueblo de Dios y los paganos.
16 Si las primicias son santas, también la masa; y si la raíz es santa, también las ramas.
17 Que si algunas ramas del olivo original fueron desgajadas, mientras tú —olivo silvestre— fuiste injertado en su lugar, participando con ellas de la raíz y de la savia del olivo,
18 eso no te da derecho a engreírte contra las ramas. Y si te engríes, sábete que no eres tú quien sostiene la raíz; es ella la que te sostiene a ti.
19 Es posible que pienses: Las ramas fueron desgajadas para que yo fuera injertado.
20 ¡Muy bien! Es cierto que fueron desgajadas por su incredulidad, y que tú te mantienes por la fe. ¡Pero no te engrías! Más bien, teme.
21 Que, si Dios no perdonó a las ramas naturales, ¡a ver si tampoco a ti te va a perdonar!.
22 Así pues, ten presente que Dios es bueno, pero también severo: severo con los que cayeron; bueno contigo, si es que te mantienes en la bondad. De otro modo, también tú serás desgajado.
23 En cuanto a ellos, si no se obstinan en la incredulidad, serán reinjertados, pues poderoso es Dios para injertarlos de nuevo.
24 Pues si tú, que eras por naturaleza un olivo silvestre, fuiste injertado, en contra de tu naturaleza, en un olivo cultivado, ¡con cuánta más razón ellos, según su naturaleza, serán reinjertados en su propio olivo!
La salvación final de Israel.
25 Pues no quiero que ignoréis, hermanos, este misterio, para que no presumáis de sabios: el endurecimiento parcial que ha padecido Israel durará hasta que entren todos los gentiles.
26 De ese modo, todo Israel se salvará, como dice la Escritura: Vendrá de Sión el Libertador; alejará de Jacob las impiedades.
27 Y esta será mi alianza con ellos, cuando haya borrado sus pecados.
28 En cuanto al Evangelio, los israelitas son contrarios para vuestro bien; pero, en cuanto a la elección, son amados en atención a sus antepasados.
29 Que los dones y la vocación de Dios son irrevocables.
30 En efecto, así como vosotros fuisteis en otro tiempo rebeldes a Dios, pero ahora habéis conseguido misericordia a causa de su rebeldía,
31 así también ellos se han rebelado ahora con ocasión de la misericordia que Dios tiene con vosotros, a fin de que también ellos consigan ahora misericordia.
32 Pues Dios encerró a todos los hombres en la rebeldía para tener misericordia con todos ellos.
La insondable sabiduría de Dios.
33 ¡Qué abismo de riqueza, de sabiduría y de ciencia hay en Dios! ¡Cuán insondables son sus designios e inescrutables sus caminos!
34 En efecto, ¿quién conoció el pensamiento de Señor?; ¿quién fue su consejero?; ¿quién le dio primero, que tenga derecho a la recompensa?
35 Porque todas las cosas provienen de él, y son por él y para él. ¡A él la gloria por los siglos! Amén.
Romanos Capítulo 12
LAS EXIGENCIAS PRACTICAS DE LA FE
El culto espiritual.
1 Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que os ofrezcáis a vosotros mismos como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Tal debería ser vuestro culto espiritual.
Continuar leyendo
Romanos 12, 1-ss
2 Y no os acomodéis a la forma de pensar del mundo presente; antes bien, transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto.
Los carismas al servicio de la comunidad
3 En virtud de la misión que me ha sido confiada, debo deciros que no os valoréis más de lo que conviene; tened más bien una sobria autoestima según la medida de la fe que Dios ha otorgado a cada cual.
4 Pues así como nuestro cuerpo, aunque es uno, posee muchos miembros, pero no todos desempeñan la misma función,
5 así también nosotros, aunque somos muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo: los unos somos miembros para los otros.
6 Pero tenemos dones diferentes, según la gracia que Dios nos ha concedido: si es el don de profecía, ejerciéndolo en la medida de nuestra fe;
7 si es el ministerio, sirviendo en el ministerio; si es la enseñanza, enseñando;
8 si es la exhortación, exhortando. El que da, que dé con sencillez; el que preside, que sea solícito; el que ejerce la misericordia, que lo haga con jovialidad.
El amor fraterno.
9 Que vuestra caridad no sea fingida; detestad el mal y adheríos al bien;
10 amaos cordialmente los unos a los otros, estimando en más cada uno a los otros.
11 Sed diligentes y evitad la negligencia. Servid al Señor con espíritu fervoroso.
12 Alegraos de la esperanza que compartís; no cejéis ante las tribulaciones y sed perseverantes en la oración.
13 Compartid las necesidades de los santos y practicad la hospitalidad.
El amor a los enemigos
14 Bendecid a los que os persiguen; no maldigáis.
15 Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran.
16 Tened un mismo sentir los unos para con los otros. No seáis altaneros; inclinaos más bien por lo humilde. No os complazcáis en vuestra propia sabiduría.
17 No devolváis a nadie mal por mal; procurad el bien a todos los hombres.
18 Siempre que sea posible, y en cuanto de vosotros dependa, vivid en paz con todos.
19 No os toméis la justicia por vuestra mano, queridos míos; dejad lugar a la ira, pues dice la Escritura: Mía es la venganza; yo daré el pago merecido, dice el Señor.
20 Antes al contrario, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; haciéndolo así, amontonarás ascuas sobre su cabeza.
21 No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien.
Romanos Capítulo 13
El respeto a las autoridades.
1 Que todos se sometan a las autoridades establecidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen, por Dios han sido constituidas.
Continuar leyendo
Romanos 13, 1-ss
2 De modo que, quien se opone a la autoridad, se resiste al orden divino, y los que se resisten se están buscando ellos el castigo.
3 En efecto, no hay por qué temer a los magistrados cuando se actúa correctamente, sino cuando se comete alguna fechoría. ¿Te gustaría vivir sin miedo a la autoridad? Pues actúa correctamente, y obtendrás de ella elogios.
4 Piensa que es un servidor de Dios para tu bien. Pero, si cometes alguna fechoría, tienes razones para temer, pues no en vano lleva espada. Piensa que es un servidor de Dios para hacer justicia y castigar al que hace algo malo.
5 Por tanto, es preciso someterse, no sólo por temor al castigo, sino también en conciencia.
6 Por eso precisamente pagáis los impuestos, porque son funcionarios de Dios, ocupados en ese oficio.
7 Dad a cada cual lo que se le debe: a quien impuestos, impuestos; a quien tributo, tributo; a quien respeto, respeto; a quien honor, honor.
El amor, resumen de la Ley.
8 Con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor. Pues el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.
9 En efecto, lo de ‘No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás’,y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
10 La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud.
Las obras de los hijos de la luz.
11 Tened en cuenta el momento en que vivís e id pensando en espabilaros del sueño, pues la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe.
12 La noche está avanzada; el día se acerca. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz.
13 Vivamos con decoro, como en pleno día: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias.
14 Revestíos más bien del Señor Jesucristo, y no andéis tratando de satisfacer las malas inclinaciones de la naturaleza humana.
Romanos Capítulo 14
La comprensión hacia los débiles en la fe.
1 Acoged al que es débil en la fe, sin discutir sus opiniones.
Continuar leyendo
Romanos 14,1-ss
2 Alguien puede creer que tiene derecho a comer de todo, mientras que el débil no come más que verduras.
3 El que come de todo no debe despreciar al que no come; y el que no come tampoco debe juzgar al que come, pues Dios también lo ha acogido.
4 ¿Quién eres tú para juzgar al criado ajeno? Que se mantenga en pie o que caiga sólo interesa a su amo; pero quedará en pie, pues poderoso es el Señor para sostenerlo.
5 Hay quien da preferencia a un día sobre otro, y hay quien piensa que todos son iguales. ¡Aténgase cada cual a sus convicciones!
6 El que se preocupa por los días, lo hace por el Señor; el que come, lo hace por el Señor, pues da gracias a Dios; y el que no come, lo hace por el Señor, y da gracias a Dios.
La conciencia y el Juicio de Dios.
7 Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, como tampoco muere nadie para sí mismo.
8 Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, ya vivamos ya muramos, del Señor somos.
9 Porque Cristo murió y volvió a la vida precisamente para ser Señor de muertos y vivos.
10 Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? Y tú, ¿por qué desprecias a tu hermano? Pensemos que todos hemos de comparecer ante el tribunal de Dios,
11 pues dice la Escritura: ¡Por mi vida!, dice el Señor, que toda rodilla se doblará ante mí, y toda lengua bendecirá a Dios.
12 Así pues, cada uno de vosotros dará cuenta de sí mismo a Dios.
13 Dejemos, por tanto, de juzgarnos los unos a los otros; pensemos más bien en no poner tropiezo o servir de escándalo al hermano.
14 Bien sé, y me persuade de ello mi fe en el Señor Jesús, que nada hay de suyo impuro, a no ser para el que cree que hay cosas impuras.
15 Ahora bien, si tu hermano se siente mal por lo que comes, ya no estás actuando conforme a la caridad. ¡No destruyas, por comer esto o lo otro, a aquel por quien murió Cristo!
La verdadera libertad cristiana.
16 Por tanto, no expongáis a la maledicencia vuestro privilegio.
17 Que el Reino de Dios no es cuestión de comida ni bebida, sino de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.
18 Pues quien así sirve a Cristo se hace grato a Dios y es aprobado por los hombres.
19 Procuremos, por tanto, lo que fomente la paz y el apoyo mutuo para madurar en la fe.
20 Trata de no destruir la obra de Dios por un alimento. Todo lo que se come es puro, ciertamente, pero es malo comer algo dando escándalo.
21 Sería bueno que no comieses carne ni bebieses vino, ni hicieras algo que fuese para tu hermano ocasión de caída o tropiezo.
22 La fe que tú tienes, guárdala para ti delante de Dios. ¡Dichoso aquel que no se siente culpable tras tomar una decisión!
23 Pero el que come dudando, se condena, porque no obra conforme a la fe; pues todo lo que no procede de la fe es pecado.
Romanos Capítulo 15
La mutua tolerancia a ejemplo de Cristo.
1 Nosotros, los fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles, y no buscar lo que nos agrada.
Continuar leyendo
Romanos 15,1-ss
2 Que cada uno de nosotros trate de agradar a su prójimo buscando su bien y su madurez en la fe.
3 Pensemos que tampoco Cristo buscó su propio agrado; antes bien, como dice la Escritura: Los ultrajes de los que te ultrajaron cayeron sobre mí.
4 En efecto, todo cuanto fue escrito en el pasado se escribió para nuestra formación, para que, con la paciencia y el consuelo que dan las Escrituras, conservemos la esperanza.
5 Y que el Dios de la paciencia y del consuelo os conceda compartir entre vosotros los mismos sentimientos, siguiendo a Cristo Jesús,
6 para que unánimes, a una voz, alabéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.
La fidelidad y la misericordia de Dios.
7 Por tanto, acogeos mutuamente como os acogió Cristo para gloria de Dios.
8 Pues afirmo que Cristo se puso al servicio de los circuncisos para manifestar que Dios es veraz, es decir, para dar cumplimiento a las promesas hechas a los patriarcas,
9 y para que los gentiles alabasen a Dios por su misericordia, como dice la Escritura: Por eso te bendeciré entre los gentiles y ensalzaré tu nombre.
10 Y en otro lugar: Gentiles, regocijaos juntamente con su pueblo;
11 y también: Alabad, naciones todas, al Señor y cántenle himnos todos los pueblos.
12 Y a su vez Isaías dice: Aparecerá el retoño de Jesé, el que se levanta para imperar sobre las naciones. En él pondrán las naciones su esperanza.
13 Que el Dios de la esperanza os colme del gozo y la paz que da la fe, hasta rebosar de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo.
EPILOGO
El ministerio de Pablo entre los paganos.
14 Por mi parte, estoy persuadido, hermanos míos, de que también vosotros estáis llenos de buenas disposiciones, henchidos de todo conocimiento y capacitados también para amonestaros unos a otros.
15 Sin embargo, en algunos pasajes de esta carta os he escrito con cierto atrevimiento, como para recordaros lo que sin duda no habéis olvidado. Pero lo he hecho en virtud de la misión que Dios me ha confiado:
16 ser para los gentiles ministro de Cristo Jesús, ejerciendo el sagrado oficio del Evangelio de Dios, para hacer de los gentiles una ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo.
17 Tengo motivos, pues, para sentirme orgulloso ante Dios en nombre de Cristo Jesús.
18 Pues no me atreveré a hablar de cosa alguna que Cristo no haya realizado por medio de mí para conseguir que los gentiles reconozcan a Dios. Y lo he realizado de palabra y de obra,
19 con el concurso de señales y prodigios y de la fuerza del Espíritu de Dios, de modo que he podido dar cumplimiento al Evangelio de Cristo desde Jerusalén y su comarca hasta Iliria.
20 Así que considero honroso no haber anunciado el Evangelio sino allí donde el nombre de Cristo no era aún conocido, para no construir sobre los cimientos que otros habían puesto;
21 antes bien, como dice la Escritura: Los que ningún anuncio recibieron de él, le verán, y los que nada oyeron, comprenderán.
Proyectos de viaje de Pablo.
22 Ésa ha sido la razón que siempre me ha impedido llegar hasta vosotros.
23 Mas ahora, no teniendo ya campo de acción en estas regiones, y deseando vivamente desde hace muchos años ir donde vosotros,
24 espero veros cuando pase camino de España, adonde espero que me encaminéis, después de haber disfrutado un poco de vuestra compañía.
25 Pero de momento tengo que ir a Jerusalén para llevar ayuda a los santos,
26 pues Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una colecta en favor de los pobres de entre los santos de Jerusalén.
27 Les pareció bien, porque era su obligación; pues si los de Jerusalén han compartido con los gentiles sus bienes espirituales, bien está que éstos, a su vez, sirvan a aquellos con sus bienes temporales.
28 Así que, una vez terminado este asunto, y entregado oficialmente el fruto de la colecta, partiré para España, pasando antes a veros.
29 Y bien sé que, cuando vaya donde vosotros, lo haré con la plenitud de las bendiciones de Cristo.
30 Os suplico, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu Santo, que acompañéis mi lucha con vuestras oraciones, rogando a Dios por mí,
31 para que me vea libre de los incrédulos de Judea y sea bien recibida por los santos la ayuda que llevo a Jerusalén;
32 y también para que pueda llegar con alegría donde vosotros, si Dios quiere, y disfrutar allí de algún descanso.
33 El Dios de la paz sea con todos vosotros. Amén.
Romanos Capítulo 16
Saludos.
1 Os recomiendo a Febe, nuestra hermana, diaconisa de la iglesia de Cencreas...
Continuar leyendo
Romanos 16, 1-16
1 Os recomiendo a Febe, nuestra hermana, diaconisa de la iglesia de Cencreas.
2 Recibidla en el Señor de una manera digna de los santos, y asistidla en cualquier cosa que necesite de vosotros, pues ella ha sido protectora de muchos, incluso de mí mismo.
3 Saludad a Prisca y Áquila, colaboradores míos en Cristo Jesús.
4 Ellos arriesgaron sus vidas por salvarme; y no sólo yo les agradezco esto, sino también todas las iglesias de la gentilidad.
5 Saludad también a la iglesia que se reúne en su casa. Saludad a mi querido Epéneto, primer creyente del Asia para Cristo.
6 Saludad a María, que se ha afanado mucho por vosotros.
7 Saludad a Andrónico y Junia, mis parientes y compañeros de prisión, ilustres entre los apóstoles, que descubrieron a Cristo antes que yo.
8 Saludad a Ampliato, a quien tanto quiero en el Señor.
9 Saludad a Urbano, colaborador nuestro en el servicio a Cristo; y a mi querido Estaquio.
10 Saludad a Apeles, que ha dado buenas pruebas de su fe en Cristo. Saludad a la familia de Aristóbulo.
11 Saludad a mi pariente Herodión. Saludad en el Señor a los fieles de la familia de Narciso.
12 Saludad a Trifena y a Trifosa, que se han fatigado sirviendo al Señor. Saludad a la amada Pérside, que trabajó mucho en el servicio al Señor.
13 Saludad a Rufo, escogido del Señor; y a su madre, que lo es también mía.
14 Saludad a Asíncrito y Flegón, a Hermes, a Patrobas, a Hermas y a los hermanos que están con ellos.
15 Saludad a Filólogo y a Julia, a Nereo y a su hermana, lo mismo que a Olimpas y a todos los santos que están con ellos.
16 Saludaos unos a otros con el beso santo. Todas las iglesias de Cristo os saludan.
Recomendaciones finales
Romanos 16, 17-23
17 Os ruego, hermanos, que os guardéis de los que suscitan divisiones y escándalos contra la doctrina que habéis aprendido. Apartaos de ellos,
18 pues esos tales no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a su propio vientre, y, por medio de suaves palabras y lisonjas, seducen los corazones de los sencillos.
19 La noticia de lo bien que habéis acogido y vivís la fe se ha divulgado por todas partes. Y me alegro por vosotros. Pero quiero que seáis sensatos para el bien e inmunes para el mal;
20 y el Dios de la paz aplastará bien pronto a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros.
21 Os saluda Timoteo, mi colaborador, lo mismo que Lucio, Jasón y Sosípatro, mis parientes.
22 También os saludo en el Señor yo, Tercio, que he escrito esta carta.
23 Os saluda Gayo, que me hospeda, y toda la iglesia. Os saludan Erasto, tesorero de la ciudad, y Cuarto, nuestro hermano.
Doxología final.
Romanos 16, 25-27
25 A Aquel que puede consolidaros conforme a mi Evangelio y a la predicación de Jesucristo: la revelación de un misterio mantenido en secreto durante siglos eternos,
26 pero manifestado ahora por las Escrituras que lo predicen, por disposición del Dios eterno, dado a conocer a todos los gentiles para que acojan la fe.
27 ¡A Dios, el único sabio, por medio de Jesucristo, la gloria por los siglos de los siglos! Amén.
_Fin de la carta_
Comentarios
Publicar un comentario